Damas de la realeza y muchachas humildes. Princesas,
hilanderas, monjas, cortesanas, actrices, vendimiadoras... todas comparten un
rasgo común: fueron inmortalizadas por los algunos de los mejores artistas de
su tiempo. Hoy, estas obras adornan una de las mayores pinacotecas del mundo:
el Museo del
Prado de Madrid. Esas mujeres pertenecieron a diferentes épocas y
clases sociales, e incluso algunas solo existieron en la imaginación de sus creadores.
Pero todas compartieron también, sin saberlo, una misión común: reivindicar el papel que su género jugó a lo largo de la
historia.
Con unas 1.300 obras expuestas y otras 4.000
almacenadas, la presencia de autoras en los muros de la galería es, sin
embargo, muy reducida, ya que solo se exhiben cuatro de las 50 obras de firma
femenina que el museo posee en sus almacenes: un bodegón de Clara Peeters, dos retratos de las reinas Ana de
Austria e Isabel de Valois de Sofonisba Anguissola —dama de compañía en la
corte de Felipe II— y el retrato de un médico italiano de Lucía Anguissola,
hermana de Sofonisba. "Si no podemos exponer todos los Rubens y los
Tizianos, pues sacar una mujer, que es interesante pero que no llega al mismo
nivel de calidad, es complicado", justifica Fernando Pérez Suescun, jefe
de contenidos didácticos del área de Educación del museo. "Aún así hay
obras muy buenas", asegura.
El Prado se suma un año más a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, con
varias actividades englobadas en la décima edición del festival Ellas Crean.
Este año, el museo ofrece un conjunto de charlas de cuatro artistas visuales y
tres itinerarios didácticos, ideados por el Instituto
de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense, que
abordan la relación de la mujer con el poder, con el mundo laboral y la religión
y la mitología.
El nuevo circuito, bautizado como Diosas y Santas, un itinerario que permite descubrir
obras de la colección permanente de la pinacoteca donde la mujer es
protagonista por su carácter divino o religioso. Está formado por doce obras
que incluyen religiosas, mujeres de la Biblia como la Judith de
Rembrandt, u otras de carácter mitológico como la Diana Cazadora de
Sánchez Yubero.
El recorrido con audioguía Las mujeres y el poder se detiene en
representaciones de mujeres vinculadas a la monarquía o a la aristocracia entre
los siglos XV y XIX. "Vamos viendo la importancia de esas mujeres y de sus
matrimonios de conveniencia entre familias reales para sellar vínculos",
explica Pérez Suescun. Como ejemplos, la infanta Margarita, la más joven de Las
Meninas de Velázquez, que apenas se ve hoy porque los visitantes la tapan
por completo, o La Condesa de Chinchón de Goya, dama cultísima que
organizó las primeras tertulias femeninas, o la reina María Cristina de
Habsburgo, que fue regente hasta que su hijo, Alfonso XIII, cumplió la mayoría
de edad. "A través de la vida de estas mujeres de las élites se conecta
con aspecto compartidos con las mujeres de su tiempo: desde los peligros de la
maternidad hasta los límites legales que imponía una sociedad patriarcal para
la herencia. También derriba algunos mitos sobre la falta de formación
intelectual y compromiso social de ellas".
¿Son objeto de representación de los artistas las
mujeres de calle, las del día a día? A esta pregunta responde un segundo
itinerario llamado Los trabajos de las mujeres, pensado para
analizar la aportación económica de ellas y las limitaciones que padecieron en
el ámbito laboral."Pretende poner en valor los trabajos históricamente
asociados a ellas, que fueron esenciales para la supervivencia de las
sociedades y escasamente considerados socialmente por no estar asociados a la
percepción de un salario", analiza Fernández Valencia.
Este recorrido, que también dispone de audioguía,
juega con los tópicos asociados a imágenes tradicionales de la mujer en el
pasado: a la maternidad, a la educación de los hijos o a la vida religiosa,
pero también descubre féminas con una participación activa en negocios, como
muestra el cuadro flamenco El cambista y su mujer. Ya no son meras
acompañantes, son ellas las que llevan las cuentas. "Entre Las
Hilanderas de Retrato de la reina Isabel de Valois atribuido a
Sofonisba Anguissola. / Museo del PradoVelázquez, del siglo XVII, y La industria, pintado por
Goya en el XVIII, se establece un paralelismo: se observa cómo el trabajo del
hilado y confección ha estado asociado al género femenino, bien desde casa como
un trabajo secundario o formando parte de gremios", analiza Pérez Suescu
frente a unas Hilanderas que un grupo de escolares observa con atención.
Sacar a la luz todas las obras que
están guardadas contribuiría a la visualización de la creación femenina y
favorecería una educación en igualdad mostrando a la sociedad una genealogía de
mujeres ligadas al arte. Algunas iniciativas que se le ocurren a Fernández Valencia, y que apenas
generarían costes son incorporarlas en los cambios de la colección permanente y
explicarlas como obra del mes, reproducirlas en las postales que vende el museo
o realizar exposiciones con fondos propios.
Clara Peeters dejó de hacer bodegones al casarse, y
Sofonisba Anguissola fue obviada durante siglos porque su obra fue atribuida a
otros autores de la Corte. Hubo pocas mujeres pintoras y, las que se
atrevieron, no fueron reconocidas como merecían. Lo mismo ocurrió con las que
se dedicaron a otros oficios o incluso con las damas de alta alcurnia,
destinadas a ingresar en un convento o a casarse por conveniencia sin otra
misión que parir hijos sanos. Ahora, El Prado deja de lado la idea de la mujer
como modelo, musa y objeto y reivindica su importancia a lo largo de los
siglos. Esta vez, ellas son las
protagonistas.
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