jueves, 31 de octubre de 2013

Voces contra la Violencia (Stop the violence: speak out for girls' rights)

La iniciativa ‘Voces contra la Violencia’ ayuda niñas, niños y jóvenes a que aprendan a hablar sobre la violencia, comprendan las causas que la originan, reconozcan sus derechos y desarrollen las habilidades y la confianza para reclamar estos derechos. Empodera a niñas y niños, mujeres jóvenes y hombres jóvenes para que sean líderes, para que hablen claro y actúen.

lunes, 28 de octubre de 2013

Las mujeres hacen historia, pero desaparecen de la Historia

La Revolución Francesa proclamó en 1789 “los derechos del hombre”. ¿Los derechos de todos los humanos de Francia? No. Las francesas no pudieron votar hasta 156 años después.
Si decimos que los campesinos eran la mayor parte de los trabajadores desde el Neolítico hasta la revolución industrial nos vienen a la imaginación miriadas de varones adultos trabajando la tierra. Imagen falsa: el trabajo en el agro era de toda la familia campesina desde la niñez. Y las mujeres asumían una parte principal en las labores más diversas.
Si no queremos que la mitad de la humanidad permanezca desaparecida de nuestras clases de Historia, tenemos que cambiar lo que enseñamos. Hacer visibles a las mujeres es mostrar una historia más rica y verosímil. No se trata de hacer una “historia de las mujeres” (cosa por otra parte muy necesaria), sino que la historia que vemos en las aulas refleje de verdad a quienes han intervenido en ella.
En esa línea hemos trabajado en el instituto Alhamilla, de Almería en tratar de hacerlas visibles. Y lo hemos hecho de este modo:
“Sus labores”, el trabajo invisible
Es importante que aparezcan en toda su complejidad, variedad e imprescindibilidad las actividades que se han considerado como “femeninas” y mayoritariamente desvalorizadas.
Refiriéndose a la prehistoria, María Encarna Sanahuja nos señala una serie que también podemos tomar como referencia también sobre otras épocas históricas: “La reproducción de nuevos cuerpos de hombres y mujeres, el cuidado y la socialización de niños y niñas, las atenciones a enfermos/as y ancianos/as, el mantenimiento del ajuar doméstico, el procesado de los alimentos, la consecución de madera o agua, la confección de prendas de vestir, la producción cerámica de tipo doméstico, la construcción de las viviendas, en una palabra, todo lo relacionado con el mantenimiento de la vida y de los objetos y, por lo tanto, básico para la reproducción social de cualquier grupo”.
Protagonistas discriminadas
Debemos recuperar a las mujeres que, por la razón que sea, han sido protagonistas en la historia. “Buenas” y “malas”, hayan representado un papel profeminista o tradicional, sean famosas partiendo de cero o gracias a sus relaciones familiares (circunstancia esta que se suele señalar para las mujeres, pero que se olvida con frecuencia para los varones, a pesar de que, por ejemplo, la mayoría de los reyes han logrado su puesto en la historia por ser “familiar de..”).
Mujeres que simbolizan una coyuntura histórica
Si tenemos que ejemplificar la represión en el primer tercio del XIX, podemos escoger perfectamente al personaje de Mariana Pineda. En el movimiento por la igualdad de derechos de la población afroamericana en los USA a Rosa Parks, etc.
La historia y lo privado
Cuando se estudia la vida de cualquier mujer, volvemos al ejemplo de Mariana Pineda, enseguida surgen ancestros (en este caso biológicos y adoptivos), marido, pretendientes, y descendientes. Cosa que no ocurre con igual énfasis en el caso análogo masculino (¿Quien sabe algo, a bote pronto, de las vicisitudes privadas y familiares de Torrijos). Eso hace que la vida de personajes femeninos aparezca más real y, por lo tanto, más histórica.
A la inversa, si descendemos desde el escenario iluminado de la “grandeza” (algo tremendamente parcial y, por tanto, antihistórico) a la complejidad de lo cotidiano, nos encontraremos, al chocar con la realidad, con las mujeres como sujetos históricos.
394px-Eucharius_Rößlin_Rosgarten_Childbirth El estudio de las edades
El capitán que luchó en Waterloo, dispuesto a morir junto a Napoleón, no nació adulto. Tuvo sus edades anteriores y, si sobrevivió, posteriores. En los libros de historia raramente aparecen las edades menores y superiores, y así se liquida un amplio porcentaje de la historia humana. Pero si traemos a primer plano esas edades, también aparecerá la historia de las mujeres. Y viceversa: al tratar del género femenino aparecen, casi necesariamente, las diferentes edades.
Trabajo femenino con etiqueta masculina
Al inicio nos referimos al campesinado preindustrial. Pero no solo al trabajo campesino. Habría otros muchos ejemplos: por ejemplo, se desconoce bastante la participación de las mujeres en los trabajos masculinos de la revolución industrial. Es importante realzar el femenino para que un pretendido masculino generalizador no oculte lo que normalmente no vemos.
 La infravaloración del trabajo de las mujeres
Las mujeres del textil catalán, la sevillanas del tabaco, las secretarias inglesas, las manipuladoras de los almacenes del milagro almeriense... se miran con cierta displicencia (o directamente ausencia) en nuestros libros escolares. Empezando desde atrás: la minusvaloración en el estudio de la prehistoria de la recolección de alimentos y otras actividades que estaban más ligadas a las mujeres.
La explotación de las mujeres
Además de la explotación económica sobre el conjunto de las clases trabajadoras que ha existido en todas las sociedades de clases, debemos señalar en nuestros materiales el plus que han sufrido las mujeres. Y para descubrirlo tomamos como guía lo que muy bien nos señala Trinidad Escoriza Mateu:
“En cualquier caso, hablaremos de explotación sobre el colectivo femenino cuando:
• La mayor parte de las cargas laborales corran a cargo de las mujeres, mientras lo producido beneficia a todo el grupo.
• O bien, si los tiempos de trabajo invertidos son desiguales y extenuantes para las mujeres y beneficiosos para los hombres.
• O incluso, si se constata la presencia de mecanismos que invisibilizan y ocultan el trabajo femenino como riqueza social acumulada, puntualmente y/o a lo largo del tiempo.”
La lucha de las mujeres por sus derechos
Desde la antigüedad se pueden incluir los debates y luchas por los derechos de las mujeres: desde textos legales (Teodora) a religiosos, pasando por los grandes (en masculino) de la filosofía a favor (Averroes) o en contra (Aristoteles).
Y no hay que olvidar “La querella de las mujeres”, con Christine de Pisan y su revival en la Ilustración. Y ya, sin parar, las iniciativas feministas y aquellas otras que, sin aparecer en primer plano, redundaban en mejorar la situación de las mujeres.
El poder de las mujeres
Ha habido mujeres con poder oficial (abadesas,emperatrices...). La historiografía menudea en estudios serios (también en plan de cotilleo) sobre mujeres muy influyentes en la trastienda. El Poder de las mujeres, en todo caso, ha sido minoritario y la exigencia hacía la mujer poderosa ha sido, en general, mayor que para su homólogo masculino.
También debemos fijar la atención en mecanismos de poder más difuso. La misoginia literaria se ha ensañado contra mujeres que tenían un poder cotidiano. Y hay muchas formas de defensa o ataque que han utilizado las mujeres, también hay campos que han sido abandonados al dominio femenino.
Deberíamos partir de la idea de que el poder en mano de mujeres, sea macro o micro, no tiene por qué significar que vaya en beneficio del género femenino en su conjunto.
Los espacios femeninos
Son lugares ambivalentes, refugios, guetos, lugares de control y sometimiento o lugares de desarrollo. La casa, la cocina, el serrallo y la casa de mancebía, los lavaderos, los monasterios, los conventos o los mercados, etc.
Las imágenes y las cuotas
En la iconografía histórica de los libros de texto hallamos una plasmación objetiva de  cómo la ideología ha conseguido que se trate como “existentes” en la historia especialmente a los poderosos y vencedores, preferentemente masculinos. Si queremos ver una historia de la humanidad (y no relatos sobre élites que se sostienen en el aire), los materiales con imágenes  para el  alumnado deben representar también a las mujeres, y especialmente a las de las clases populares en su cotidianidad. Intentamos que las figuras femeninas representen al menos el 60% en los materiales que preparemos y, aun así, estaremos lejos de compensar la visión preponderantemente masculina del discurso histórico ambiental que llega al alumnado por doquier.
Libros sobre las mujeres
Es muy importante que encargemos a los alumnos la lectura de libros y documentos que traten sobre las mujeres o que hayan sido escritos por ellas en una medida significativa.
Historia oral
Cuando encargamos a los alumnos pequeñas investigaciones de historia oral, intentamos asegurarnos que entrevisten a mujeres y que pregunten diversos aspectos que permitan conocer la vida de las mujeres.
Integrando en el perfil académico
Para trabajar en la inclusión de las mujeres en nuestra asignatura de Historia, muchas veces hay que hacerlo desde fuera del libro de texto, pero hay que buscar las formas más integradoras posibles, para que no se convierta, a ojos de los alumnos, en un añadido molesto o insustancial.  


sábado, 26 de octubre de 2013

Mujeres saudíes desafían la prohibición de conducir pese a la presión del régimen



El desafío de las saudíes por su derecho a conducir ha puesto nerviosos a los gobernantes del reino. Temerosos del éxito de la campaña que convocaba a las mujeres a ponerse al volante hoy, los responsables saudíes han advertido de las consecuencias e incluso realizado llamadas personales a varias activistas para que renuncien a su desafío. Ante esas presiones, las organizadoras han optado por evitar la confrontación y trasladar la cita a un inexistente 31 de noviembre (#Nov31Driving), un llamamiento abierto a conducir siempre que lo consideren oportuno. Justo ese aspecto de desobediencia civil es lo que más preocupa a las autoridades.

“Hemos pedido que no se conduzca hoy para evitar problemas con las autoridades, pero vamos a continuar la campaña por otros medios”, explica a EL PAÍS Hala al Dosari, una de las activistas.

No todas están dispuestas a renunciar sin embargo. “Buenos días. Estoy al volante y esperando a que salga el sol para run run por todo Yeddah”, ha escrito esta mañana Doua Mufti (@themufti). Al final, se ha echado para atrás, pero esta conductora no identificada ha salido bien temprano en Riad. Así se ha evitado los numerosos controles y coches patrulla que la policía ha desplegado hoy en la capital saudí. Poco después, y a plena luz del día, lo hacía May al Sawyan. Pero la movilización no se circunscribe a las grandes ciudades. También en Al Ahsa, en la provincia Oriental, ha habido conductoras hoy a pesar de las amenazas. En Yanbu, en la costa del Mar Rojo, la policía ha parado a una joven de veintipocos años y ha requerido a su tutor para que se hiciera cargo del coche, pero no la ha detenido.



Según avanzaba el día, se han ido conociendo más casos a través de vídeos colgados en YouTube, cuya autenticidad viene avalada por la palabra de las activistas. Un centenar de mujeres ya han roto el tabú desde que se lanzara la campaña a finales de septiembre. Aunque también hay quien asegura que no todas las saudíes quieren conducir. El problema es que no les dejan elegir.

En contra de la percepción inicial de que en esta ocasión los gobernantes no veían con malos ojos la demanda de las saudíes, en los últimos días se ha producido un cambio. Un centenar de clérigos se concentraron el pasado martes ante la Corte Real en Yeddah para pedir al rey que frenara la “occidentalización de las mujeres” a través del “complot” para conducir. Al día siguiente, el Ministerio del Interior emitió un comunicado que advertía contra la violación de las leyes del país y las “concentraciones y marchas con el pretexto de un supuesto día de las mujeres al volante”. Por si no quedaba claro, representantes del ministro, el influyente príncipe Mohamed Bin Nayef, llamaron por teléfono a varias activistas para que no participaran en la jornada ni animaran a otras mujeres a hacerlo.

El problema va más allá del derecho de las mujeres a conducir. Lo que realmente teme la familia real es este nuevo tipo de activismo social. La idea de que una movilización popular pueda verse como motor de cambio, en especial a la luz de las revueltas árabes que han sacudido la región desde 2011, suscita enorme preocupación. Por ese motivo, y a diferencia de la convocatoria de aquel año, las activistas se aseguraron en esta ocasión que la cita no cayera en un viernes, día no sólo de oración para los musulmanes, sino asociado con los levantamientos populares. También han evitado cualquier parecido con una manifestación, pidiendo a las mujeres que conduzcan de forma individual, a diferencia de la primera vez que lo hicieron en 1990.

“No creo que los gobernantes tenga un problema con que conduzcamos. Lo que no quieren es que la gente se organice por sí misma”, confirma Al Dosari. “El Gobierno quiere hacer las cosas a su manera, no ser percibido como que cede a la presión de las activistas”.

De ahí, que hayan dado un aparente paso atrás para evitar el riesgo de detenciones, prisión y elevadas multas. Sin embargo, no piensan cejar. “No es un movimiento político sino la defensa del derecho a conducir, parte de una lucha por los derechos humanos que todas las mujeres, y cualquier persona, deben tener”, concluye Al Dosari.

Arabia Saudí es el único país del mundo en el que las mujeres no pueden conducir. Formalmente, no existe una ley que lo prohíba, pero en un país en el que los edictos religiosos a menudo tienen valor legal, la realidad es que no pueden sacarse el carné de conducir. Varias lo han intentado durante los últimos días en Yeddah acudiendo a una autoescuela, sólo para ver como las autoridades de tráfico rechazaban sus solicitudes. Por supuesto, sabían el resultado de antemano, pero querían poner en evidencia a sus gobernantes que a menudo se amparan en que la sociedad saudí no está preparada para que las mujeres conduzcan.

No opina lo mismo Aziza al Yusef, una profesora de la Universidad Rey Saud, que en una reciente conversación con esta corresponsal se mostró convencida de que existe respaldo social para acabar con el tabú. Muchos hombres saudíes están de acuerdo. No todas las familias pueden permitirse un chófer. Así que se quejan de que tienen una doble jornada laboral, en su trabajo y como chóferes de sus esposas, madres, hermanas e hijas.

Tampoco la oposición de los ultraconservadores constituye ya un argumento de peso. Los mismos clérigos ultramontanos que esta semana se manifestaron contra el derecho de las saudíes a conducir, también se han opuesto antes a que se incluyera a 30 mujeres en el Consejo Consultivo, se les diera el (simbólico) derecho a voto o a que pudieran mezclarse libremente con los hombres en la Universidad Rey Abdalá de Ciencia y Tecnología. En todas esas ocasiones, el rey ha desoído sus quejas.

Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU han pedido a Arabia Saudí que acabe con la prohibición de que las mujeres conduzcan y que ponga fin a su discriminación social, entre otros abusos. La campaña, que los observadores han calificado de la mejor organizada que se ha visto en Arabia Saudí, ha generado una enorme simpatía en las redes sociales. Algunos usuarios de Twitter sugieren expresar el apoyo a las saudíes tocando el claxon delante de las embajadas del reino.


Ángeles Espinosa  www.elpais.com

jueves, 24 de octubre de 2013

Siete rompecuentos para siete noches - Guía didáctica para una educación no sexista dirigida a madres y padres

Recurso didáctico de apoyo para hacer un uso no sexista de los cuentos, redefiniendo los papeles, los personajes, las historias, etc., desde una perspectiva crítica. Además, con el objetivo de facilitar esta tarea, se aportan propuestas alternativas de cuentos fundamentadas en valores positivos e igualitarios, que favorecerán el desarrollo pleno de niñas y niños.

http://educarenigualdad.org/siete-rompecuentos-para-siete-noches-gua-a-dida-ctica-para-una-educacia-n-no-sexista-dirigida-a-madres-y-padres 

  http://static.wixstatic.com/media/5b4a32_3baf50a34457435b0f62580b13a0f9e7.jpg_srz_145_200_85_22_0.50_1.20_0.00_jpg_srz

 

 

domingo, 20 de octubre de 2013

Víctimas del machismo a los 15







“¿Si me acuerdo de la primera vez?”. Cristina entorna los ojos. Aún medio cerrados siguen siendo grandes, marrones y brillantes. “No sé... Empezó poco a poco. Tirones de pelo alguna vez, empujones... Una tarde que estábamos en un parque se enfadó y empezó a pegarme puñetazos en los brazos y en la tripa. Luego se puso a llorar. Me asusté tanto... Y me sentí tan mal por verle así que...”, relata. El día de esa agresión Cristina, que hoy acaba de cumplir la mayoría de edad, tenía 15 años y llevaba seis meses saliendo con ese chico, de 16. Cuenta que al principio todo era “mágico”. Que el resto del mundo no existía para ellos. Pero gesto a gesto él la absorbió. Y la anuló mucho antes de levantarle la mano. Poco después, en una fiesta, una amiga vio como él le agarraba del pelo y le gritaba. “Estaba histérico y mi amiga se asustó. Me dijo que el tío era un bestia y que tenía que dejarle. En verdad no era nada comparado con otras veces y algo le conté; pero nunca hablamos de maltrato. Para mí, lo mío era otra cosa. Violencia de género es lo que les pasa a las mujeres mayores, casadas, adultas. Así pensaba yo”, dice con una sonrisa cansada.
 
Le costó entender que no. Que había muchas historias similares a la suya. En un año, de 2011 a 2012, los procesos judiciales por violencia machista en adolescentes se han incrementado un 30%. Han pasado de 473 a 632, según la Memoria de la Fiscalía General del Estado de 2013. Son los primeros datos claros y tangibles de este delito en menores —antes de esas fechas se recogían como violencia intrafamiliar—. Aunque los expertos avisan de que la cifra es solo una migaja de realidad, la que llega a los tribunales. Muchas familias no denuncian lo que les ocurre a las chicas. Otras no llegan a identificar la situación de maltrato.

Como A., de 14 años, que hace diez días fue asesinada a puñaladas por su exnovio, de 18 años, en su casa de Tàrrega (Cataluña). Ni la adolescente ni su familia habían denunciado al joven que terminó con su vida. La chica, que había roto con él hacía dos semanas, es la víctima mortal más joven de la violencia de género de este año, en el que los asesinos machistas han segado la vida de 39 mujeres. Desde que se empezaron a contabilizar las víctimas mortales del sexismo, en 2004, se han registrado dos casos en menores. El de A. y el de Almudena, que murió hace justo un año en El Salobral (Albacete) asesinada a tiros por el hombre de 40 con el que mantuvo una relación.
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Son dos muestras extremas. Pero psicólogos, educadores y juristas resaltan que se están detectando, y produciendo, comportamientos y agresiones machistas a edades cada vez más tempranas. “En los jóvenes se reproducen roles que creíamos superados. Patrones en los que el chico es el dominante y ejerce esa dominación a través del control, y la chica adopta una actitud sumisa o complaciente”, describe Susana Martínez, presidenta de la Comisión de Estudio de Malos Tratos a Mujeres. Muchas de esas relaciones siguen basándose en el esquema tradicional del amor romántico en el que el hombre es fuerte y la mujer débil, dependiente, necesitada de protección. “Como en el cuento de la princesa que necesita que el príncipe la salve. Esas pautas, llevadas al extremo, pueden derivar en conductas violentas; pero aunque no lleguen a ello, esas relaciones están impidiendo que las chicas se desarrollen como agentes activos de la sociedad”, apunta Ana Bella Hernández, que preside una fundación de mujeres supervivientes a la violencia de género que lleva su nombre.

Alicia se adentró en ese cuento de princesas cuando tenía 14 años y empezó a salir con su primer novio, de 16. Recuerda que se sentía enamorada hasta el tuétano y que, aunque casi desde el principio él tenía enormes arrebatos de celos no lo vio mal. “Me sentía incluso halagada. Lo tomaba como si fuera mi caballero andante que estaba celoso porque me quería mucho”, cuenta. Esta joven rubia, de ojos ambarinos y gesto risueño prefiere no dar su nombre real. Cuenta que por aquel entonces su vida era él. Se escapaba de casa para verle, faltaba a clase. Con las semanas y los meses esos arrebatos de celos que acababan en discusiones e insultos dieron paso a los empujones, los escupitajos. También a la violencia sexual, muchas veces invisible en las estadísticas o en los estudios.


Estuvieron juntos hasta que ella cumplió 19. Ahora tiene 24. “Los episodios de violencia se sucedían. Pero ocurría, él me pedía perdón y yo le disculpaba... Incluso me llegaba a sentir culpable por haberle provocado, por haber hecho que se alterara de esa forma... Yo le amaba... O al menos eso creía”, cuenta Alicia. Una noche, a la salida de una discoteca, él le dio una paliza. La emprendió a patadas con la chica, le rompió una pierna y le provocó una lesión en el cuello. “Una amiga me llevó al hospital, me escayolaron y me tuvieron que poner un collarín”, relata. Cuando llegó a casa y le contó a su madre la verdad, la mujer sufrió una conmoción. No sabía nada.


La espiral de violencia había ido devorando a Alicia, poco a poco, sin que se diera cuenta. El entorno social y los propios jóvenes aún justifican determinadas actitudes sexistas. Como que los celos son una expresión del amor. Una afirmación con la que están de acuerdo el 33,5% de los chicos y el 29,3% de las menores. O que para tener una buena relación de pareja es deseable que la mujer evite llevar la contraria al hombre, como piensan el 12,2% de ellos y el 5,8% de ellas, según un estudio de 2010 sobre violencia de género en adolescentes encargado por el anterior Gobierno socialista.


Ese documento, elaborado por investigadores de la Universidad Complutense se podrá comparar con el estudio que publicará en las próximas semanas el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. El nuevo informe, que se basa en las conclusiones de las entrevistas a 8.000 jóvenes, y que aún está en proceso de análisis, confirma que los adolescentes inician las relaciones sentimentales cada vez antes —la edad media está en 13 años— y que son muy permeables a los estereotipos machistas que ven en casa, pero también a través del cine, la televisión, la música, la literatura...


Esos noviazgos tempranos no tienen por qué ser nocivos, explica Virginia Sánchez, profesora de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla. Tampoco conducir a situaciones violentas. Es positivo que los menores amplíen sus relaciones afectivas a través de esos vínculos, cree. Siempre y cuando la relación sea equilibrada en edad y basada en el respeto. Sin embargo, reconoce Sánchez, las relaciones entre los menores son cada vez más agresivas. “Hay mucha violencia verbal mutua que, si no se ataja, puede derivar en comportamientos más graves cuando se establecen los patrones de dominio y sumisión”, abunda. Porque esos patrones son importantes en una etapa en la que los menores están aprendiendo a resolver los conflictos.

Expertos como Sánchez y psicólogas como Olga Barroso, de la Fundación Luz Casanova —que tiene un programa para adolescentes que han sufrido violencia de género— remarcan que las nuevas tecnologías facilitan el contacto entre los menores pero también se emplean como mecanismos de control. “El WhatsApp, los mensajes, las redes sociales se usan para saber en todo momento dónde está el otro y su actitud. Después, cuando la relación se rompe también se emplean como instrumento de acoso”, destaca la presidenta de la Comisión de Estudio de Malos Tratos, que insiste en que bien usadas, esas herramientas pueden ser positivas.

Barroso explica que a esa edad los menores tienen aún difusa la idea de lo que es control y lo que es interés o preocupación. “La línea es fina y las situaciones muy sutiles. Por ejemplo, ¿es normal si tu novio te pide que le llames desde el teléfono fijo de tu casa para saber que has llegado bien y quedarse tranquilo? ¿O si te dice que le mandes un localizador cada vez que sales para ver dónde estás o te pide que le enseñes el móvil para ver con quien te escribes?”, dice.


Para ellos eso son “pruebas de amor”, dice la educadora Nieves Salobral. Y, actualmente, el máximo de esos gestos es dar al otro la contraseña de acceso al correo electrónico, las redes sociales. Ceder la intimidad. Y eso es símbolo de amor. Porque, como explica Ana, una de las chicas asistida por Barroso, aman a su pareja. “Quizá sepas que no está bien, que los insultos o las agresiones no son lo correcto pero es tu novio, le justificas y no quieres verle mal. Solo deseas ayudarle para que deje de ocurrir...”, dice.


Pero sigue ocurriendo. Y muchas menores, como al principio hizo Cris, se niegan a cortar con la relación, y la mantienen a pesar de la oposición de sus amigos o familias. María B. cuenta con un hilo de voz que ha detectado que su hija, Gema, sigue en contacto con el chico con el que salía hasta hace unos meses. La chica, de 16 años, recibe ayuda psicológica desde que su familia detectó que sufría malos tratos por parte de su novio, el chico que hasta entonces les parecía modélico y con el que estaba desde los 14. “Al principio, cuando empezaron a salir me pareció hasta bien. El chico era muy educado, yo conocía a los padres...”, recuerda. Sin embargo, cuenta que llevaba un tiempo algo escamada porque percibía que Gema había dejado de salir con sus amigas, que discutía mucho con su novio. “Casi siempre por celos de él, aunque luego siempre lo arreglaban”, explica. Una noche, en plenas fiestas del pueblo, notó al llegar a casa que Gema tenía sangre en la ropa. Estaba muy nerviosa. Parecía que había discutido con el chico y que él se había ido. “Yo sabía que algo había pasado pero mi hija solo me repetía que había que localizarle, que tenía miedo de que le hubiera pasado algo”. Le llamó al móvil. Le preguntó y el adolescente reconoció que había pegado a Gema.


El mundo de María se derrumbó. No sabía qué hacer ni a quién recurrir. Habló con los padres del chico y buscó ayuda para su hija. “No lo denuncié porque los dos son menores y la familia de él se ha involucrado, pero llegué a plantearme si estaba exagerando. Si no sería solo cosa de chiquillos... Pero no. Y me alegró de haber actuado”, dice. A pesar de todo, admite entre sollozos que se siente culpable por no haberlo sabido antes. Por haber acogido al chico en su casa. Por no haber advertido más a su hija la primera vez que ella le mencionó el asunto de los celos.


Gema está ahora recibiendo el tratamiento que a Laura (nombre supuesto) le costó años solicitar. Ayuda y apoyo sin los cuales, aunque la relación de violencia haya acabado, la pauta puede repetirse con otras parejas. Laura sufrió malos tratos por parte de su novio a los 15 años, pero hasta los 20 no fue consciente del lastre que acarreaba. Una mochila de sumisión que, sin llegar a las agresiones, la llevaba a escoger a chicos autoritarios y dominantes. También la situación que vivía en casa, donde también sufría abusos, jugó un importante papel. “Eso me empujó a los brazos de ese chico que yo veía como mi protector. Al principio me sentía genial, después...”, cuenta. Después, siguiendo el patrón de la mayoría de casos de violencia de género, llegaron los golpes.


En el caso de Laura fueron los padres de él quienes abrieron los ojos. “Un día que había consumido droga me pegó delante de ellos. Se montó una pelea tan tremenda que él llegó a pegar a sus padres”, relata Laura. La chica les contó entonces lo que ocurría y ellos la animaron a denunciar. No lo hizo por miedo a su propia familia. Sin embargo, los padres del chico sí le denunciaron por agresión hacia ellos. Y eso destapó que el joven tenía otras causas pendientes de robo con violencia. Fue condenado a dos años de cárcel. Laura no le volvió a ver. Ahora se dedica a la formación de profesionales sanitarios. Además, como Alicia, aún acude a los grupos de terapia para jóvenes, a las que explica su historia. “A esa edad no te identificas como víctima de maltrato”, dice Alicia. Y si lo haces, cree Ana, cuesta dar el paso y contarlo: “No quieres que a él le pase nada y tampoco quieres que tu familia sufra. Es complicado”.


Eso fue lo que le ocurrió a ella, hasta que él la agredió en plena calle. Insiste en que tenía toda la información, la ayuda y la confianza de sus padres. Alicia y Laura, sin embargo, creen que su historia sí se hubiera evitado con prevención. Una opinión similar a la de los expertos, que alertan de que falta educación afectiva y en igualdad en los colegios. También más implicación social de las familias. En definitiva, conocimiento para derribar los comportamientos y actitudes sexistas que se perpetúan en el siglo XXI, para desechar la idea de que los celos son el no va más del amor. Para aprender a identificar esos primeros signos que conducen a la espiral de la violencia machista.


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