El desafío de las saudíes por su derecho a
conducir ha puesto nerviosos a los gobernantes del reino. Temerosos del éxito
de la campaña que convocaba a las mujeres a ponerse al volante hoy, los
responsables saudíes han advertido de las consecuencias e incluso realizado
llamadas personales a varias activistas para que renuncien a su desafío. Ante
esas presiones, las organizadoras han optado por evitar la confrontación y
trasladar la cita a un inexistente 31 de noviembre (#Nov31Driving),
un llamamiento abierto a conducir siempre que lo consideren oportuno. Justo ese
aspecto de desobediencia civil es lo que más preocupa a las autoridades.
“Hemos pedido que no se conduzca hoy para evitar
problemas con las autoridades, pero vamos a continuar la campaña por otros
medios”, explica a EL PAÍS Hala al Dosari, una de las activistas.
No todas están dispuestas a renunciar sin
embargo. “Buenos días. Estoy al volante y esperando a que salga el sol
para run run por todo Yeddah”, ha escrito esta mañana Doua Mufti (@themufti). Al final, se ha echado para
atrás, pero esta
conductora no identificada ha salido bien temprano en Riad. Así se
ha evitado los numerosos controles y coches patrulla que la policía ha
desplegado hoy en la capital saudí. Poco después, y a plena luz
del día, lo hacía May al Sawyan. Pero la movilización no se
circunscribe a las grandes ciudades. También en Al Ahsa, en la provincia
Oriental, ha habido
conductoras hoy a pesar de las amenazas. En Yanbu, en la costa del
Mar Rojo, la policía ha
parado a una joven de veintipocos años y ha requerido a su tutor para
que se hiciera cargo del coche, pero no la ha detenido.
Según avanzaba el día, se han ido conociendo más
casos a través de vídeos colgados en YouTube, cuya autenticidad viene avalada
por la palabra de las activistas. Un centenar de mujeres ya han roto el tabú
desde que se lanzara la campaña a finales de septiembre. Aunque también hay
quien asegura que no todas las saudíes quieren conducir. El problema es que no
les dejan elegir.
En contra de la percepción inicial de que en esta
ocasión los gobernantes no veían con malos ojos la demanda de las saudíes, en
los últimos días se ha producido un cambio. Un centenar de clérigos se
concentraron el pasado martes ante la Corte Real en Yeddah para pedir al rey que frenara la
“occidentalización de las mujeres” a través del “complot” para conducir.
Al día siguiente, el Ministerio del Interior emitió un comunicado que advertía
contra la violación de las leyes del país y las “concentraciones
y marchas con el pretexto de un supuesto día de las mujeres al volante”.
Por si no quedaba claro, representantes del ministro, el influyente príncipe
Mohamed Bin Nayef, llamaron por teléfono a varias activistas para que no
participaran en la jornada ni animaran a otras mujeres a hacerlo.
El problema va más allá del derecho de las
mujeres a conducir. Lo que realmente teme la familia real es este nuevo tipo de
activismo social. La idea de que una movilización popular pueda verse como
motor de cambio, en especial a la luz de las revueltas árabes que han sacudido
la región desde 2011, suscita enorme preocupación. Por ese motivo, y a
diferencia de la convocatoria de aquel año, las activistas se aseguraron en
esta ocasión que la cita no cayera en un viernes, día no sólo de oración para
los musulmanes, sino asociado con los levantamientos populares. También han
evitado cualquier parecido con una manifestación, pidiendo a las mujeres que
conduzcan de forma individual, a diferencia de la primera vez que lo hicieron
en 1990.
“No creo que los gobernantes tenga un problema
con que conduzcamos. Lo que no quieren es que la gente se organice por sí
misma”, confirma Al Dosari. “El Gobierno quiere hacer las cosas a su manera, no
ser percibido como que cede a la presión de las activistas”.
De ahí, que hayan dado un aparente paso atrás
para evitar el riesgo de detenciones, prisión y elevadas multas. Sin embargo,
no piensan cejar. “No es un movimiento político sino la defensa del derecho a
conducir, parte de una lucha por los derechos humanos que todas las mujeres, y
cualquier persona, deben tener”, concluye Al Dosari.
Arabia Saudí es el único país del mundo en el que
las mujeres no pueden conducir. Formalmente, no existe una ley que lo prohíba,
pero en un país en el que los edictos religiosos a menudo tienen valor legal,
la realidad es que no pueden sacarse el carné de conducir. Varias lo han
intentado durante los últimos días en Yeddah
acudiendo a una autoescuela, sólo para ver como las autoridades de
tráfico rechazaban sus solicitudes. Por supuesto, sabían el resultado de
antemano, pero querían poner en evidencia a sus gobernantes que a menudo se
amparan en que la sociedad saudí no está preparada para que las mujeres
conduzcan.
No opina lo mismo Aziza al Yusef, una
profesora de la Universidad Rey Saud, que en una reciente conversación con esta
corresponsal se mostró convencida de que existe respaldo social para acabar con
el tabú. Muchos hombres saudíes están de acuerdo. No todas las familias pueden
permitirse un chófer. Así que se quejan de que tienen una doble jornada
laboral, en su trabajo y como chóferes de sus esposas, madres, hermanas e
hijas.
Tampoco la oposición de los ultraconservadores
constituye ya un argumento de peso. Los mismos clérigos ultramontanos que esta
semana se manifestaron contra el derecho de las saudíes a conducir, también se
han opuesto antes a que se incluyera a 30 mujeres en el Consejo Consultivo, se
les diera el (simbólico) derecho a voto o a que pudieran mezclarse libremente
con los hombres en la Universidad
Rey Abdalá de Ciencia y Tecnología. En todas esas ocasiones, el rey
ha desoído sus quejas.
Amnistía
Internacional, Human Rights
Watch y el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU han pedido a
Arabia Saudí que acabe con la prohibición de que las mujeres conduzcan y que
ponga fin a su discriminación social, entre otros abusos. La campaña, que los
observadores han calificado de la mejor organizada que se ha visto en Arabia
Saudí, ha generado una enorme simpatía en las redes sociales. Algunos usuarios
de Twitter sugieren expresar el apoyo a las saudíes tocando el claxon delante
de las embajadas del reino.
Ángeles Espinosa www.elpais.com
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