jueves, 13 de marzo de 2014

Francisco, un año de esperanza y de incógnitas


El Papa recupera la idea de solidaridad, pero las mujeres siguen marginadas en la Iglesia

Uno de los ámbitos donde se juegan tanto la credibilidad del Papa como la autenticidad de su reforma es la actitud hacia las mujeres. Francisco reconoce, es verdad, el hecho de la marginación de las mujeres en la Iglesia católica; afirma que le produce un profundo sufrimiento ver cómo en ella o en algunas organizaciones eclesiales el servicio de las mujeres desemboca en servidumbre. Defiende su incorporación a los ámbitos de responsabilidad eclesial.
Pero hasta ahora no ha dado pasos en esa dirección. Ha mostrado su negativa al acceso de las mujeres a los ministerios ordenados, lo que es contrario a las investigaciones bíblicas, históricas, arqueológicas, teológicas y pastorales que avalan el ejercicio de todas las funciones ministeriales por parte de las mujeres. Defiende la elaboración de una “teología de la mujer”, que justifica las tareas diferenciadas en función del sexo y recurre al discurso de la excelencia.
Francisco no parece tener en cuenta las principales aportaciones de la teología feminista: el movimiento de Jesús como comunidad (no clónica) de iguales hombres y mujeres; la hermenéutica de la sospecha aplicada a los textos androcéntricos de la Biblia y de la teología; la crítica de la organización jerárquico-patriarcal de la Iglesia; la defensa de una Iglesia inclusiva y no sexista, etcétera. Papel importante en el mantenimiento de la discriminación de las mujeres está jugando el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe cardenal Müller. Haría bien el papa Francisco en vigilar de cerca al “vigilante de la ortodoxia” o en sustituirlo.
Un año después de su elección, hay muchas esperanzas depositadas en Francisco, pero siguen quedando no pocas incógnitas.
Juan José Tamayo

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