"Andalucía, si fuera persona, desde luego
sería mujer". Con esta frase resume Mercedes de Pablos,
concejala en el Ayuntamiento de Sevilla, la similitud y la
simultaneidad entre la lucha por la igualdad y la lucha por la
autonomía de una comunidad maltratada, humillada y relegada tras 40
años de dictadura. A Mercedes de Pablos, que peleaba entonces por
ser tan buena periodista o mejor que sus compañeros hombres, la
llamaban la niña. A Andalucía, la trataban como si fuera más
pequeña y menos talentosa que las denominadas comunidades
históricas. "Y claro, cuando tú dices la niña y ves aparecer
a Mercedes de Pablos, que cuando abre la boca, que cuando escribe...
demuestra que es una potencia del periodismo, pues dices, llámela
doña Mercedes, por favor", reflexiona María Esperanza Sánchez,
veterana periodista que aquel 4 de diciembre ya trabajaba en la SER.
Ese día, el pueblo salió a la calle para que a Andalucía la
llamaran doña Andalucía y todos los que allí se manifestaron
comenzaron a entender que aquello no era una cosa de hombres, como
todo lo anterior; aquello era, tenía que ser ahora, una pelea
compartida.
"La lucha por la autonomía suponía un salto
impresionante en la lucha por la igualdad, que estaba saliendo de la
clandestinidad. Los hombres y las mujeres que se echaron a la calle
sabían que el futuro tendrían que construirlo entre todos",
añade Sánchez, que tiene grabada todavía hoy una escena en su
corazón: una mujer bajaba por una calle del centro de Sevilla,
vestida de negro como lo hacían aún las mujeres mayores de los
pueblos. Llevaba una toquilla sobre los hombros, también negra y, al
brazo, una cesta con algo que tapaba con un pañito. Ya se había
conocido cuál sería la "pregunta indecente" que el
Gobierno de UCD haría a los andaluces en el referéndum, pensando
que regía la consideración de pueblo atrasado que no sabría qué
decir ante aquel interrogante rebuscado y jeroglífico, afirma la
periodista. "¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la
iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constitución a efectos
de su tramitación por el procedimiento establecido en dicho
artículo?".
Y, sin embargo, prosigue María Esperanza Sánchez,
aquella mujer a la que ese Gobierno consideraba tonta ya avisaba de
lo que iba a hacer. Lucía sobre la toquilla una pegatina de la
bandera de Andalucía con una leyenda en el centro, un reto, una
respuesta, una advertencia: "Yo voto sí". Fueron también
las mujeres las que llenaron los balcones, los tendederos, todo
artilugio del que se pudieran colgar, para que ondearan al aire, las
banderas andaluzas, recuerda con emoción Sánchez. "Fue el
primer pueblo del Estado que hizo real el derecho constitucional a
decidir y acceder a la autonomía por la vía del artículo 151",
concluye.
El altavoz de las mujeres periodistas
Fueron también destacadas mujeres las que
transmitieron lo que en Andalucía estaba sucediendo en esos momentos
de efervescencia democrática. "Es muy importante destacar el
gran papel que desarrollaron las periodistas, informando, explicando
lo que significó ese día 4, festivo, sólo empañado cuando nos
enteramos más tarde de la muerte de Caparrós.
Ellas, las mujeres periodistas, fueron el altavoz de
la autonomía, la vivieron, la sintieron y la contaron", resume
la primera consejera de la Junta, Amparo Rubiales, hoy presidenta del
PSOE andaluz. La combativa Pilar del Río radió en directo la
manifestación: "Éramos pocas pero las suficientes para tener
brillo propio". "Vivir todo aquello como periodista fue un
privilegio, una suerte y algo que todavía me emociona cuando lo
recuerdo como lo más gratificante de todo lo que, profesionalmente y
como ciudadana, me ha tocado vivir", explica María Esperanza
Sánchez.
Margarita Jiménez echaba humo en la redacción de
ABC. "Mis vivencias como periodista, y también como
mujer, fueron muy profundas. Llevaba en esos momentos un año de mi
vuelta laboral-profesional de Madrid, y ABC de Sevilla se
volcó con los preparativos de aquella jornada, desde los más
pequeños detalles. Por ejemplo, recuerdo la aportación de la
familia de Blas Infante con su bandera, que figuraría, llevada por
niños, en la cabecera de la manifestación, o al cabildo Catedral
que autorizó el repique especial de las campanas de la Giralda",
cuenta Jiménez. "No soy nacionalista, sin embargo, creo que el
4 de diciembre de 1977 se desbordó la propia concepción
nacionalista. Por primera vez los andaluces se pronunciaban alto,
fuerte y claro, con unidad y solidaridad. No queríamos más pero sí
lo mismo que otras comunidades. A mí me pareció, y así lo pensé
al subir por las escaleras del Ayuntamiento de Sevilla para la
locución de los líderes desde el balcón, que sólo por ver aquello
merecía la pena regresar a mi ciudad, y así se lo dije a varios
colegas, que hoy, por desgracia, ya no están aquí", añade.
Camino pedregoso
Aquella fecha arrancaba inexorablemente el camino
para seguir trabajando por la igualdad con más fuerza que nunca. La
lucha no fue fácil. "Desde el punto de vista de la
representación, del liderazgo, de la pancarta y de la presencia
institucional, como siempre ocurría entonces y como todavía sigue
ocurriendo ahora, la presencia de las mujeres era infinitamente
menor", sostiene Amparo Rubiales. Unos meses después del 4
de diciembre, una jovencísima Marta Carrasco que disfruta recordando
el día del referéndum en el Casino de la Exposición, comenzaba a
trabajar en El Correo de Andalucía.
Entre las muchas "situaciones" que tuvo
que aguantar, destaca esta: "Fui a cubrir una parada militar un
día de las Fuerzas Armadas en la Plaza de España, en Sevilla. Pero
cuando llegué con todas mis acreditaciones y credenciales, el
militar que estaba en la entrada me dijo: ‘No, no, las señoras
tienen que ir por aquella puerta'. ¡Y estaban pasando mis compañeros
varones periodistas por mi lado! Y le dije, no, no mire usted, y le
enseñé mi acreditación, yo soy periodista. ‘No, no, las señoras
por aquella puerta', insistió. Me tiré media hora hasta que pasó
el entonces jefe superior de Policía, me conoció y me dijo: ‘Marta,
¿qué haces aquí?'. Pues que no me dejan pasar porque soy mujer y
no comprenden que mujer y periodista van juntos".
Había tanto que hacer por la igualdad entre hombres
y mujeres como por el desarrollo y la modernización de Andalucía.
"Fue de las cosas más trabajosas de mi vida, el poder ir en
esas listas. Y, además, no estaba previsto que saliera. Y fijaros
bien, que era secretaria general del Partido Socialista en Sevilla",
relata Ana María Ruiz-Tagle en el documental Las Constituyentes
sobre las primeras elecciones democráticas de 1977. Ruiz-Tagle y
Soledad Becerril, de la UCD, fueron dos de las cinco primeras mujeres
diputadas andaluzas en esas nuevas Cortes españolas. "Mis
compañeros, cuando intervenía, me decían ‘oye Ana, muy bien'.
Ah, muchas gracias, pero no me vayas a poner nota, ¿eh? No me vayas
a poner nota que yo a ti no te la he puesto", recuerda
Ruiz-Tagle.
La Constitución del 78, con sus virtudes y
defectos, desencadenó todo lo demás. Becerril, fundadora de la
Ilustración Regional -avanzadilla de la lucha por la identidad
andaluza- llegó a convertirse en la primera ministra de la
democracia en 1981. Ese mismo año, el Gobierno de UCD aprobó la Ley
del Divorcio, no sin la oposición de la derecha. Y también en 1981
se modificó el Código Civil en materia de filiación, patria
potestad y régimen económico del matrimonio, "lo cual
significó al fin el reconocimiento de la igualdad de la mujer
casada", escribe Rubiales en Una mujer de mujeres.
La Transición y la autonomía andaluza sentaron,
por tanto, las bases para la igualdad y la recuperación de los
derechos de las mujeres que hoy, desafortunadamente, los recortes
económicos e ideológicos impulsados por ministros como Alberto Ruiz
Gallardón parecen de nuevo poner en peligro. "De aquello
hace 35 años y no se ha logrado lo que muchas aspiramos",
lamenta Jiménez. "Lo que inquieta es la duda de si las jóvenes
saben que no solo no está todo hecho, sino que lo conseguido se
puede perder si no se está alerta, si no se sigue peleando. Las
mujeres siguen estando llamadas a no bajar la guardia", avisa
María Esperanza Sánchez.
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