miércoles, 6 de marzo de 2013

Dame tu mano, toma la mía.


Diálogo y feminismo


Rosa María Belda Moreno

Mujeres y Teología. Ciudad Real



¿Es posible el diálogo cuando pensamos diferente? ¿Qué ocurre cuando alguien ataca algo en lo que crees, de forma desproporcionada y contundente? ¿Hay ocasión para reconstruir cuando te sientes malinterpretada o despreciada? ¿Podemos aprender juntos a través del diálogo, liberándonos de prejuicios?

Todas estas preguntas resuenan en mí cuando oigo opiniones sobre que el feminismo es destructivo, cuando observo que es fácil con las palabras hacer daño, mostrar posturas férreas y levantar muros en vez de tender puentes. ¿Y cómo lo haremos las que creemos en que el feminismo es una posibilidad de trabajar por la justicia?


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El género y el «gran saco»

Para abrir camino diré que la perspectiva de género es utilizada por todas las Organizaciones que trabajan por los derechos humanos. Basta con poner esta palabra en los buscadores de Internet para tener entrada a los Informes de Naciones Unidas, o de Amnistía Internacional, o de Cáritas.

La perspectiva de género es la «mirada» que pone atención a la discriminación que sufren las mujeres en el mundo por el hecho de ser mujeres. Mujeres que son sometidas a leyes injustas, mujeres que se llevan la peor parte cuando hablamos de SIDA en África, o que son más pobres entre las personas pobres de un mismo lugar. Mujeres que son violadas en las guerras, sistemáticamente, o que son engañadas y prostituidas por las mafias. Niñas que son vendidas como esclavas o entregadas como una mercancía, que son casadas con varones a los que no quieren, y enclaustradas en relaciones en las que siempre tienen las de perder, «sometidas» en todos los aspectos de la vida.

Cuando se habla de género, hay que saber bien de qué hablamos. Y no vale meter en el mismo saco el aborto, la transexualidad, la elección de sexo, de maternidad sin útero, etc.

Que no, que de eso no va la perspectiva de género. Por mucho que algunas mujeres feministas hayan defendido también estas cosas con «mucho ruido». Otras feministas no lo defendemos, y también existimos.



Tendiendo puentes

Quizá, los que pensamos de una u otra manera tenemos que hablar más. Con el lenguaje podemos hacernos mucho bien y mucho mal. Por eso, hablemos más, sentémonos en las mesas de los despachos y de los cafés y hablemos de feminismo como propuesta.

Es cierto que hay un hecho importante al que toda la sociedad ha de dar respuesta. La emancipación de las mujeres, su desarrollo como profesionales fuera del hogar conlleva replantear el tema del cuidado: cómo cuidar a los hijos, a los mayores, cómo construir relaciones de familia con esta realidad.

Es responsabilidad de todos y de todas. La mejor respuesta no creo que sea atacar dicha emancipación ni a las mujeres que «dieron a luz», y siguen pariendo esta dificultosa historia.

Creo que estamos llamadas a tender puentes, a construir juntos un espacio nuevo. No vale tirar piedras y esconder la mano. Si vivimos una nueva etapa, y esto es así, construyamos en positivo, sentémonos a pensar juntos, varones y mujeres, cómo lo hacemos. Hacer teoría no es tan difícil. Lo más complicado es darnos la mano, tomar la del otro, y construir la práctica cotidiana de un mundo más justo y humano.

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