viernes, 25 de abril de 2014
lunes, 21 de abril de 2014
Las mujeres en los orígenes del cristianismo
En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la
escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen
negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí
misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino
estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba
bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con
muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y
estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la
palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y
el gobierno.
La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que
se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres.
Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las
pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud. Se les
niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se
les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son
irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras.
Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son
objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural,
física, etc.
Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir
sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y
quizá no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador
Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota.
Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia),
le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento.
La teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza ha demostrado en su libro En
memoria de ella que las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas
liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se
identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para
celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.
El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y
seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres
con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el
libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia
patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la
emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús,
personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más
dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.
En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la
ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio
Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y
morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es
María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la
lucha por la emancipación de las mujeres.
A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías
desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la
construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María
Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth:
“Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido
por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así
ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.
Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la
resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al
principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón
de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las
dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme
al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “Ya no
hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra”.
Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus
sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del reino, se
hicieron con el poder y la gloria, mientras que a las mujeres les impusieron el
velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. ¿Cuándo se reparará tamaña
injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los
orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las
Iglesias cristianas de hoy, cuestionar la primacía de Pedro, recuperar el
cristianismo inclusivo del comienzo y crear nuevas alianzas. Jesús Nazaret,
María Magdalena, Cristina de Pisan, Virginia Woolf, los movimientos feministas
y la teología feminista caminan en dirección similar.
Juan José Tamayo
jueves, 17 de abril de 2014
Jesus y Las Mujeres
Las mujeres en el judaísmo palestino
Las mujeres hebreas de Palestina estaban entre las más pobres del mundo en
la época de Jesús. Esto era probablemente porque no tenían derechos
hereditarios y no podían divorciarse ni aún por el más sólido de los motivos.
Los hombres hebreos podían divorciarse de sus mujeres por cualquier motivo,
desde quemar la cena (Hillel) hasta el adulterio (Shammai). Pero aún así, las
mujeres hebreas no estaban autorizadas a pedir el divorcio a sus maridos. En una
cultura en la cual la mujer no sobrevivía a menos que fueran parte de un hogar
patriarcal, el divorcio podía tener consecuencias desastrosas. A la luz de esta
observación, la proscripción del divorcio establecida por Jesús es
significativamente protectora de las mujeres. La resurrección del hijo de la
viuda de Naím es otro ejemplo de la compasión de Jesús por la pobreza de las
mujeres atrapadas en el patriarcado.
Los derechos de propiedad de una mujer hebrea eran prácticamente
inexistentes. En forma teórica, ella podía heredar la tierra, pero en la
práctica, los herederos varones tenían precedencia. Aun si ella lograba heredar
la propiedad, su esposo tenía el derecho a uso y usufructo. La principal esfera
de las mujeres era el hogar, donde la hospitalidad era su tarea especial. Las
mujeres lideraban las oraciones durante las comidas y las ceremonias de
encendido de velas en los festivales.
Las mujeres del judaísmo primitivo proclamaban y profetizaban, pero en la época de Cristo no podían leer la Torá en la Sinagoga debido a su periódico "estado de impureza". El tema de si una mujer debía ser educada en la Torá era ampliamente debatido. Como regla general, solo las esposas de los Rabinos recibían esta educación. De acuerdo con la legislación judía, las mujeres no podían ser testigos ni podían enseñar las leyes. Las mujeres no tenía roles religiosos o de liderazgo en el judaísmo del primer siglo. En un país gobernado por una élite religiosa, esto significaba que ellas eran invisibles y no tenían poder alguno.
Las mujeres en los Evangelios
Es decir, eran invisibles y no tenían poder alguno para casi nadie, excepto
para Jesús, quien tal como demuestran los Evangelios, tenía un afecto especial
por aquellos rebajados por otros. Su comportamiento hacia las mujeres, aun
cuando se lo observa a través del cristal androcéntrico de los textos
Evangélicos, es digno de destacarse. Jesús acogió a las mujeres entre sus
discípulos más allegados: "Después de esto, iba por los pueblos y las
aldeas predicando el Reino de Dios. Le acompañaban los Doce y algunas mujeres
María Magdalena, Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y
algunas otras, las cuales le asistían con sus bienes." (Lucas 8:1-5). Las
mujeres no eran mencionadas en los textos antiguos a menos que tuvieran
prominencia social. La implicación clara de este texto es que las mujeres de
dinero patrocinaron la misión en Galilea.
Jesús dio la bienvenida a las discípulas femeninas en su entorno para que
escucharan sus enseñanzas sobre Dios junto con los discípulos masculinos. Esto
era verdaderamente inusual, ya que las mujeres normalmente no podían dirigirse
a los hombres en público, y mucho menos andar por los caminos con ellos.
La inclusión radical de las mujeres realizada por Jesús también queda
ilustrada por la historia de Marta y María. María asume su lugar a los pies de
Jesús, el lugar ocupado tradicionalmente por los varones dedicados a los
estudios rabínicos. Marta, (tal como sucede aun actualmente entre las mujeres
cuando se desafían las leyes del patriarcado), protesta. Pero Jesús elogia la
sed de conocimientos de Dios expresada por Marta: "María ha escogido la
parte mejor, y nadie se la quitará." (Lucas 10:38-42)
En todos los Evangelios, vemos que Jesús desafía los preceptos patriarcales
profundamente establecidos: que sólo las mujeres llevan la carga del pecado
sexual; que las mujeres Cananeas y Samaritanas deben ser rechazadas y
repudiadas; y que los hijos pródigos deben ser desheredados. En cambio, los
hombres son desafiados a aceptar su propia complicidad en el adulterio; la
mujer samaritana se convierte en misionera consiguiendo que todo su pueblo crea
en Jesús; el amor incontenible de la mujer cananea por su hija logra ampliar
los propios horizontes de Jesús con respecto a los destinatarios de la Buena
Nueva, y el hijo díscolo y caprichoso es acogido calurosamente en su hogar con
una gran fiesta celebrada por un padre pródigo.
La similitud de la llamada al apostolado de las mujeres junto con sus
hermanos varones se destaca aún más en los relatos de la Resurrección, porque
la proclamación de este hecho se basa fundamentalmente en el testimonio de las
mujeres. Los cuatro Evangelios muestran a María Magdalena, Juana, María la
madre de Santiago y José, Salomé y las otras mujeres discípulas que acompañaron
a Jesús hasta su muerte; ungieron y enterraron su cuerpo; vieron la tumba
vacía; y finalmente experimentaron su presencia ya resucitado. El hecho de que
el mensaje de la resurrección fuera entregado primero a las mujeres es
considerado por los estudiosos bíblicos como la prueba más rotunda de la
historicidad de los relatos de la resurrección. Si estos textos hubieran sido
creados por los discípulos masculinos con su extraordinario fervor, nunca
hubieran incluido los testimonios de las mujeres en una sociedad en la que eran
rechazadas como testigos jurídicos. Al principio, los apóstoles no creyeron en
su mensaje. Y aún hoy, algunos discípulos se niegan a escuchar la buena nueva
si es proclamada por mujeres.
Las mujeres en las Iglesias de los primeros tiempos
En el último capítulo de la carta de San Pablo a los Romanos, diez de los 29
líderes eclesiásticos cuyos favores solicita son mujeres. Febe, la
patrocinadora de Pablo en Cencreas, y Prisca, (quien, junto con su esposo
Aquila fue una destacada misionera) encabezan la lista. Las cartas de San Pablo
(a excepción de las dirigidas a Timoteo y Tito que no fueron escritas por él),
son los primeros manuscritos que poseemos del Cristianismo de la primera era, y
constituyen una sólida evidencia histórica de la igualdad de los roles de
liderazgo de los hombres y las mujeres en la iglesia naciente. Esta igualdad
también está reflejada en la fórmula bautismal de los Gálatas: "No hay
judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, pues todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gal. 3:28). Este texto era probablemente
una oración o cántico de la iglesia primitiva que todo nuevo cristiano cantaba
o recitaba como muestra de su gran alegría.
El Libro de los Hechos habla de "las hijas de Felipe con don de
profecía" (Hechos 21:9-10). Eusebio, el historiador de los inicios de la
iglesia, atribuye los orígenes apostólicos de las iglesias de las provincias de
Asia a su ministerio, reconociendo de esta manera que al menos algunas mujeres
eran transmisoras de la tradición apostólica. ¡Qué lástima que sus nombres no nos
hayan sido transmitidos! La Didaché, una epístola que contiene oraciones de los
primeros tiempos, nos da nombres de profetas como los líderes regulares de las
celebraciones eucarísticas, las cuales se celebraban frecuentemente en los
hogares de mujeres prominentes.
Al final del primer siglo de cristianismo, el liderazgo de las mujeres
comenzó a encontrar oposición: "La mujer se debe dejar instruir en
silencio con toda sumisión. No tolero que la mujer enseñe, ni que se tome
autoridad sobre el marido; que esté callada […]" (1 :Tim). No obstante
ello, las líderes femeninas florecieron junto con los líderes masculinos en las
iglesias Montanistas y Valentinianas ortodoxas e igualitarias del Asia Menor
hasta el siglo IV, cuando fueron suprimidas de estos roles. En ese momento,
Constantino había logrado utilizar el Cristianismo para unificar el Imperio
Romano que estaba al borde de desmoronarse. El apostolado inclusivo y
carismático de igualdad que había ayudado al rápido crecimiento del
cristianismo durante los primeros tiempos había sido domesticado, sólo para
resurgir con el nacimiento de comunidades religiosas que continuaron con la
tradición profética del Catolicismo durante 2000 años. Es dentro de esta
tradición que las organizaciones reformistas de la iglesia se desempeñan
actualmente.
miércoles, 9 de abril de 2014
Las mujeres en los dibujos animados: consumistas, superficiales y celosas
Los personajes femeninos que aparecen en las series de dibujos animados que se emiten actualmente en televisión son representados como mujeres consumistas, superficiales, celosas y obsesionadas por su aspecto físico y por agradar a los demás, según un estudio de la Universidad de Granada.
Según este estudio del departamento de Dibujo de la institución académica, la presencia de las mujeres en ellos es además de una por cada dos chicos (el 33,6%), y su papel suele estar relegado al de novia, madre o acompañante del protagonista o del villano.
En el marco del estudio, que según la Universidad de Granada es el más completo sobre dibujos animados realizado hasta el momento en el país, han sido analizadas 163 series animadas, tanto españolas como extranjeras, que se emiten actualmente en la televisión española, especialmente los 621 personajes que aparecían en ellas.
Por norma general, los personajes femeninos presentan un físico saludable aunque, a diferencia de los estereotipos masculinos, muchas de ellas están excesivamente delgadas.
El estudio también aprecia la existencia de un número pequeño de mujeres, normalmente mayores, que presentan sobrepeso, algo que no aparece tanto en el caso de los hombres.
Inteligentes, pero presuntuosas
En cuanto a la personalidad, los personajes femeninos destacan por su inteligencia, aunque también hay muchas "presuntuosas", según los autores principales de este trabajo, los profesores Concepción Alonso Valdivieso y Jesús Pertíñez López
Los investigadores ponen la popular serie Monster High como ejemplo de la "nefasta imagen" que los dibujos animados transmiten de la mujer, con protagonistas superficiales muy preocupadas por su imagen, que van al instituto en tacones y muy maquilladas y cuya mayor preocupación es conquistar a los chicos, según los expertos. También citan a la madre de Shin Chan, "una mujer histérica y gritona presentada como una loca de las rebajas".
Respecto a los personajes masculinos, la mayoría tiene un físico saludable (no son ni obesos ni delgados) y, curiosamente, no suelen ejercer ninguna profesión, mientras que las chicas son en su mayoría estudiantes.
"Además, siempre que aparece un cargo directivo se trata de un hombre, y el padre es el que trabaja. Las madres son siempre amas de casa", con algunas excepciones, explican los investigadores.
Otra apreciación significativa es que, en el caso de los personajes humanos, la inmensa mayoría son de raza blanca, y en contadas ocasiones aparece un protagonista negro, chino o sudamericano, lo que evidencia, dicen, un tratamiento desigual también entre razas.
Otro aspecto analizado es que la gran mayoría de las series de dibujos animados están dirigidas por hombres: solo el 9,2% han sido dirigidas por una mujer, cifra que se reduce al 7,4% en el caso de las series de animación españolas.
A tenor de los resultados de este trabajo, los investigadores advierten de la necesidad de controlar las series de animación. "La mayoría de los padres piensan que, por el mero hecho de ser dibujos animados, su contenido es inofensivo y adecuado para la edad de sus hijos, y no hay nada más lejos de la realidad", opinan.
www.rtve.es
Según este estudio del departamento de Dibujo de la institución académica, la presencia de las mujeres en ellos es además de una por cada dos chicos (el 33,6%), y su papel suele estar relegado al de novia, madre o acompañante del protagonista o del villano.
En el marco del estudio, que según la Universidad de Granada es el más completo sobre dibujos animados realizado hasta el momento en el país, han sido analizadas 163 series animadas, tanto españolas como extranjeras, que se emiten actualmente en la televisión española, especialmente los 621 personajes que aparecían en ellas.
Por norma general, los personajes femeninos presentan un físico saludable aunque, a diferencia de los estereotipos masculinos, muchas de ellas están excesivamente delgadas.
El estudio también aprecia la existencia de un número pequeño de mujeres, normalmente mayores, que presentan sobrepeso, algo que no aparece tanto en el caso de los hombres.
Inteligentes, pero presuntuosas
En cuanto a la personalidad, los personajes femeninos destacan por su inteligencia, aunque también hay muchas "presuntuosas", según los autores principales de este trabajo, los profesores Concepción Alonso Valdivieso y Jesús Pertíñez López
Los investigadores ponen la popular serie Monster High como ejemplo de la "nefasta imagen" que los dibujos animados transmiten de la mujer, con protagonistas superficiales muy preocupadas por su imagen, que van al instituto en tacones y muy maquilladas y cuya mayor preocupación es conquistar a los chicos, según los expertos. También citan a la madre de Shin Chan, "una mujer histérica y gritona presentada como una loca de las rebajas".
Respecto a los personajes masculinos, la mayoría tiene un físico saludable (no son ni obesos ni delgados) y, curiosamente, no suelen ejercer ninguna profesión, mientras que las chicas son en su mayoría estudiantes.
"Además, siempre que aparece un cargo directivo se trata de un hombre, y el padre es el que trabaja. Las madres son siempre amas de casa", con algunas excepciones, explican los investigadores.
Otra apreciación significativa es que, en el caso de los personajes humanos, la inmensa mayoría son de raza blanca, y en contadas ocasiones aparece un protagonista negro, chino o sudamericano, lo que evidencia, dicen, un tratamiento desigual también entre razas.
Otro aspecto analizado es que la gran mayoría de las series de dibujos animados están dirigidas por hombres: solo el 9,2% han sido dirigidas por una mujer, cifra que se reduce al 7,4% en el caso de las series de animación españolas.
A tenor de los resultados de este trabajo, los investigadores advierten de la necesidad de controlar las series de animación. "La mayoría de los padres piensan que, por el mero hecho de ser dibujos animados, su contenido es inofensivo y adecuado para la edad de sus hijos, y no hay nada más lejos de la realidad", opinan.
www.rtve.es
domingo, 6 de abril de 2014
Las afganas quieren más
Las
afganas han ocupado por unas horas la sede de la Loya Jirga, la tradicional
asamblea de notables. Un millar de mujeres han acudido a escuchar a Habiba
Sarabi, una de las tres candidatas a vicepresidenta en las elecciones del
sábado (la única con posibilidades de pasar a la segunda vuelta). “Hombres y
mujeres somos iguales y debemos trabajar para hacerlo efectivo”, dice la
popular exgobernadora de Bamiyán en un mitin que hubiese puesto los pelos de
punta a los talibanes.
Mujeres
a cara descubierta, alguna incluso con el velo caído sobre los hombros, un coro
femenino con solista y una animadora que pedía a las asistentes que dieran
palmadas más fuerte para acompañar el ritmo, mientras un puñado de hombres
ajustaba los altavoces o movía las sillas. Nada de ello hubiera sido posible a
principios de este siglo, cuando los extremistas islámicos gobernaban Afganistán con un puritanismo
que a menudo alcanzaba la crueldad. Prohibieron la música, el sonido de los
tacones y hasta las risas femeninas.
A
pesar de errores y críticas, el nuevo orden político que trajo la intervención
estadounidense para desalojar al régimen talibán ha beneficiado a las afganas.
Conversaciones con una quincena, desde una limpiadora a una médico, pasando por
maestras y universitarias, confirman su satisfacción con el cambio. Por nada
del mundo, quisieran dar marcha atrás. Al contrario, existe, sobre todo entre
las jóvenes (y el 68% de la población tiene menos de 25 años), un deseo de
avanzar para que los derechos conseguidos sobre el papel sean una realidad
cotidiana.
“Me
quedé viuda con siete hijos, y con los talibanes no podía trabajar, ni siquiera
salir a comprar al bazar”, recuerda Parigul Surgari, maestra en paro. “Estamos
mucho mejor; nuestras condiciones de vida han mejorado, ya no estamos
confinadas en casa”, asegura Mari, una contable de 22 años, que recuerda el
terror que le causaban de niña los barbudos.
“Es
cierto que ahora hay tres millones de niñas escolarizadas, que podemos salir a
la calle, hay más oportunidades de trabajo y volvemos a pensar en el futuro
cuando antes no teníamos esperanza”, señala Arzafi, una licenciada en Historia
Islámica y gestión de empresas, que a sus 21 años dirige la sección femenina de
la Organización Nacional de la Juventud. “Pero hacen falta más centros
educativos porque no hay plazas suficientes, y las chicas que terminan sus
estudios no encuentran trabajo”, precisa.
Marjan
Onabi, 30 años, es una de ellas. Regresó hace un par de meses a Afganistán tras
licenciarse en Medicina en Rumanía gracias a una beca de la UE. Sin embargo, y
a pesar de la necesidad de médicos, no encuentra trabajo. ¿Lo tendría si fuera
hombre? “Sería más fácil”, asegura aún incrédula. Se da de plazo hasta agosto.
“Si no, buscaré alguna otra beca para irme a hacer la especialidad”. ¿Qué le
gustaría? “Cardio o cirugía, pero tal vez termine eligiendo ginecología porque
es la única especialidad en la que las mujeres tenemos posibilidades aquí”,
explica.
“Se
ha progresado, pero esperábamos más”, resume Nilab, que estudia Geografía y
Ciencias Sociales. Apunta que, a pesar de los avances en la legislación, “las
mujeres siguen privadas de sus derechos a causa de las tradiciones”.
Si
una mujer casada quiere visitar a sus padres y el marido se opone, no le queda
más remedio que quedarse en casa. No digamos ya si lo que desea es socializar
con amigas. Tampoco una chica puede estudiar si se opone su padre. Ninguna ley
respalda esos comportamientos, pero la sociedad y el qué dirán pesa sobre las
familias que siguen ateniéndose a códigos de conducta trasnochados. En las
zonas rurales, aún es frecuente el uso de las hijas para saldar disputas
vecinales a falta de un sistema judicial decente.
Consultadas
sobre cómo romper ese círculo vicioso, todas coinciden en que se requiere que
haya un clima de paz, aumente la educación de mujeres y hombres, y se ponga fin
a la pobreza extrema en que vive buena parte de la población. La licenciada en
Medicina atribuye una parte de responsabilidad a las mujeres. “Muchas no
cuestionan el estado de cosas porque nunca han conocido algo distinto y ni
siquiera lo imaginan. Pero incluso entre las que tienen preparación, no confían
lo suficiente en sí mismas y en su capacidad de cambiar la sociedad”,
manifiesta.
Aun
así son numerosas las que han dado un paso al frente para convertir en realidad
las transformaciones que anhelan. La periodista Humaira Saqib lo hace desde un
programa de radio con el que trata de concienciar a sus conciudadanas. Por su
parte, Sakeela Naweed, dirige HAMCO una ONG de asistencia a madres y niños.
“Tres décadas de guerras han dejado a muchos niños sin padre y toda la
responsabilidad recae en las madres. Las mujeres tienen que trabajar, pero
carecen de oportunidades”, expone. En su opinión, el problema es que en todos
los sectores los jefes son hombres y cuando necesitan personal o colaboradores
“lo buscan entre sus amigos”, afirma antes de quejarse del nepotismo y la corrupción
que lastra el desarrollo.
También
les preocupa la inseguridad, un concepto difuso que incluye desde los atentados
talibanes hasta los actos de violencia de los que a menudo son víctimas.
ÁNGELES ESPINOSA www.elpais.com
jueves, 3 de abril de 2014
Una mujer podrá hacer la oposición a la que no acudió por dar a luz
Rosa María Santana, enfermera de 41 años, ya está pensando cómo se va a
organizar para volver a ponerse a estudiar. Cinco años después de que un
tribunal le denegara la posibilidad de hacer un examen de oposición en el
hospital tras dar a luz, el Supremo acaba de fallar que impedir que una mujer se
presente a una prueba selectiva por su avanzado estado de gestación o por un
parto es discriminatorio. Santana se presentaba a una oposición para diplomados
en enfermería en Castilla y León. Ante la inminencia del alumbramiento, pidió
que se le permitiera hacer el examen en el hospital o en su casa. Se lo
denegaron.
La sentencia del Supremo confirma otra del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León (TSJCyL)
que dio la razón a la enfermera. La
Junta recurrió, alegando que ya estaba embarazada cuando se convocó el
proceso selectivo. Ahora el Alto Tribunal considera que fue discriminada por
razón de su sexo y de su maternidad. Los magistrados recuerdan que el embarazo
no es una enfermedad.
Era el segundo embarazo de Santana, que ahora tiene
tres hijos de 14, 5 y casi dos años. “El examen estaba previsto para octubre,
pero lo retrasaron y pusieron como fecha el 30 de noviembre. “Mi fecha de parto
era alrededor del 25. Podía pasar cualquier cosa. Yo sabía que en otras
comunidades se habían hecho a exámenes a mujeres que estaban en el hospital
después de dar a luz”, recuerda Santana por teléfono desde su casa, en Burgos.
La oposición se celebraba en León. Llamó al tribunal para exponer su caso. Ya
por teléfono, una mujer le dijo que se lo denegarían. “Una mujer”, subraya. “Me
dijo que había muchas en mi situación y que no iban a hacerles el examen a
todas”.
En el sindicato CC OO le dieron el formulario para reclamar por
escrito. La respuesta fue negativa. Ni el órgano gestor ni el tribunal
calificador podían “cambiar el lugar de celebración del ejercicio”, decía el
escrito de denegación. “Pero yo no había pedido un cambio de fecha ni de lugar.
Simplemente que me lo hicieran en el hospital. Hubiera sido tan sencillo como
designar a una persona del centro que estuviera conmigo mientras hacía la
prueba”, explica. El examen se realizó el 30 de noviembre por la mañana.
Santana dio a luz la víspera. Un parto natural que, dice, le hubiera permitido
contestar las 90 preguntas tipo test desde su cama.
Los magistrados del Supremo consideran que la
negativa a poder hacer el test es una discriminación por razón de sexo y que la
afectada tiene derecho a hacerlo y, si lo aprueba, ocupar el puesto al que
aspiraba. En la sentencia razonan que la pretensión de Santana estaba
directamente relacionada con su maternidad y que su solicitud estaba destinada
“a reestablecer las condiciones de igualdad que la inminencia del parto habían
alterado”. Esa situación “es una circunstancia específica que solamente
concurre en la mujer que está a punto de dar a luz, la cual por ese solo hecho
ve impedida su normal participación en el proceso selectivo”, prosigue la
resolución, que considera la negativa “una discriminación por razón de sexo”
prohibida por la Constitución.
Ahora, según fuentes del alto tribunal, tendrá que
ser el TSJCyL el que decida cómo se ejecuta la sentencia. Esas mismas fuentes
aseguran que, con toda probabilidad, no comportará la anulación de la
oposición, lo que conllevaría la pérdida de derechos de los dos candidatos
finalmente seleccionados, sino que impondrá la obligación de facilitar a la
recurrente que se presente a la prueba y la de admitirla en caso de que la
supere. El abogado de Santana, Jesús Ángel Pérez, coincide: “La sala declara su
derecho a participar, determina que no se la debió excluir”.
Manuel Altozano /
Elena G. Sevillano www.elpais.com
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