Las mujeres
han demostrado a lo largo de la historia que unidas se convierten en una voz
potente para denunciar las atrocidades y exigir una salida.
En Argentina las madres de cientos de
detenidos por el régimen militar comenzaron a reunirse para clamar por la
liberación de sus hijos. Pronto, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se
convirtieron en símbolos de la lucha contra la dictadura. En Liberia, con
cantos y rezos, obligaron a los bandos alzados en armas sentarse a negociar el
final de una guerra civil. Y en Sudáfrica, un grupo de mujeres blancas
conocidas como la Faja Negra (Black Sash) se convirtieron en uno de los mayores
dolores de cabeza para el régimen que mantenía el apartheid, pese a que las
injusticias raciales no las afectaban personalmente.
¿Su
estrategia? Generalmente la no violencia. Mediante piquetes, marchas
silenciosas, cánticos y prendas simbólicas –pañuelos, fajas, polleras- se han
enfrentado a la indiferencia, la impunidad y muchas veces las agresiones
físicas, con su unión y determinación como únicas herramientas de lucha.
Las Damas
de Blanco luchan desde hace ocho años por la liberación de sus esposos,
padres y hermanos, detenidos durante una feroz campaña represiva del gobierno
cubano contra la disidencia, que se recuerda como la “Primavera negra”. En
total, en marzo de 2003 fueron encarcelados 75 defensores de derechos humanos,
periodistas, profesores y líderes comunitarios. Entre ellos figuraba una mujer:
la activista social Martha Beatriz Roque. La mayoría ha recibido sentencias que
van desde los 13 años de cárcel hasta la pena de muerte por delitos como
atentar contra la integridad del Estado.
Dos semanas
después de los arrestos, las esposas, madres e hijas de los detenidos se
reunieron, vestidas de blanco, cargando una flor y pidiendo la amnistía de
todos los detenidos políticos. Desde entonces, todos los domingos se reúnen a
la salida de la Iglesia de Santa Rita, en La Habana, y marchan por las calles
de la capital cubana.
Los
detenidos son considerados como prisioneros de conciencia por las principales
organizaciones mundiales de defensa de los derechos humanos, que concluyeron
-tras examinar sus sentencias- que habían sido condenados por el ejercicio
pacífico de sus derechos fundamentales. El gobierno cubano nunca ha reconocido
que sean presos por motivos políticos.
La
suerte del “Grupo de los 75” ha sido variada. Algunos, como el prestigioso
periodista Raúl Rivero, recibieron “licencias extrapenales” por problemas de
salud y partieron al exilio. El albañil Orlando Zapata murió en la cárcel tras
una huelga de hambre de 85 días. Alrededor de 50 de ellos permanecen detenidos.
Durante
varios años las manifestaciones pacíficas de las Damas fueron una de las muy
pocas expresiones de disidencia que el gobierno de los Castro ha permitido.
Pero después de que Zapata murió y de que las mujeres marcharan siete días
consecutivos, apretaron la tuerca. Las agresiones contra ellas por partidarios
del régimen, que les gritan “gusanas” y “vendepatrias” han aumentado. Ahora
requieren un permiso para marchar.
Por su
parte, el régimen de los Castro las acusa de ser mercenarias al servicio de
Estados Unidos e insiste en que existe una campaña mediática para convertirlas
en héroes con el objetivo de desestabilizar el país.
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