lunes, 28 de enero de 2013

Las Damas de Blanco y el poder de la movilización



Las mujeres han demostrado a lo largo de la historia que unidas se convierten en una voz potente para denunciar las atrocidades y exigir una salida.

En Argentina las madres de cientos de detenidos por el régimen militar comenzaron a reunirse para clamar por la liberación de sus hijos. Pronto, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se convirtieron en símbolos de la lucha contra la dictadura. En Liberia, con cantos y rezos, obligaron a los bandos alzados en armas sentarse a negociar el final de una guerra civil. Y en Sudáfrica, un grupo de mujeres blancas conocidas como la Faja Negra (Black Sash) se convirtieron en uno de los mayores dolores de cabeza para el régimen que mantenía el apartheid, pese a que las injusticias raciales no las afectaban personalmente.



¿Su estrategia? Generalmente la no violencia. Mediante piquetes, marchas silenciosas, cánticos y prendas simbólicas –pañuelos, fajas, polleras- se han enfrentado a la indiferencia, la impunidad y muchas veces las agresiones físicas, con su unión y determinación como únicas herramientas de lucha.
Las Damas de Blanco luchan desde hace ocho años por la liberación de sus esposos, padres y hermanos, detenidos durante una feroz campaña represiva del gobierno cubano contra la disidencia, que se recuerda como la “Primavera negra”. En total, en marzo de 2003 fueron encarcelados 75 defensores de derechos humanos, periodistas, profesores y líderes comunitarios. Entre ellos figuraba una mujer: la activista social Martha Beatriz Roque. La mayoría ha recibido sentencias que van desde los 13 años de cárcel hasta la pena de muerte por delitos como atentar contra la integridad del Estado.

Dos semanas después de los arrestos, las esposas, madres e hijas de los detenidos se reunieron, vestidas de blanco, cargando una flor y pidiendo la amnistía de todos los detenidos políticos. Desde entonces, todos los domingos se reúnen a la salida de la Iglesia de Santa Rita, en La Habana, y marchan por las calles de la capital cubana.

 Los detenidos son considerados como prisioneros de conciencia por las principales organizaciones mundiales de defensa de los derechos humanos, que concluyeron -tras examinar sus sentencias- que habían sido condenados por el ejercicio pacífico de sus derechos fundamentales. El gobierno cubano nunca ha reconocido que sean presos por motivos políticos.

 La suerte del “Grupo de los 75” ha sido variada. Algunos, como el prestigioso periodista Raúl Rivero, recibieron “licencias extrapenales” por problemas de salud y partieron al exilio. El albañil Orlando Zapata murió en la cárcel tras una huelga de hambre de 85 días. Alrededor de 50 de ellos permanecen detenidos.

 Durante varios años las manifestaciones pacíficas de las Damas fueron una de las muy pocas expresiones de disidencia que el gobierno de los Castro ha permitido. Pero después de que Zapata murió y de que las mujeres marcharan siete días consecutivos, apretaron la tuerca. Las agresiones contra ellas por partidarios del régimen, que les gritan “gusanas” y “vendepatrias” han aumentado. Ahora requieren un permiso para marchar.

Por su parte, el régimen de los Castro las acusa de ser mercenarias al servicio de Estados Unidos e insiste en que existe una campaña mediática para convertirlas en héroes con el objetivo de desestabilizar el país.

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