miércoles, 30 de enero de 2013
lunes, 28 de enero de 2013
Las Damas de Blanco y el poder de la movilización
Las mujeres
han demostrado a lo largo de la historia que unidas se convierten en una voz
potente para denunciar las atrocidades y exigir una salida.
En Argentina las madres de cientos de
detenidos por el régimen militar comenzaron a reunirse para clamar por la
liberación de sus hijos. Pronto, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se
convirtieron en símbolos de la lucha contra la dictadura. En Liberia, con
cantos y rezos, obligaron a los bandos alzados en armas sentarse a negociar el
final de una guerra civil. Y en Sudáfrica, un grupo de mujeres blancas
conocidas como la Faja Negra (Black Sash) se convirtieron en uno de los mayores
dolores de cabeza para el régimen que mantenía el apartheid, pese a que las
injusticias raciales no las afectaban personalmente.
¿Su
estrategia? Generalmente la no violencia. Mediante piquetes, marchas
silenciosas, cánticos y prendas simbólicas –pañuelos, fajas, polleras- se han
enfrentado a la indiferencia, la impunidad y muchas veces las agresiones
físicas, con su unión y determinación como únicas herramientas de lucha.
Las Damas
de Blanco luchan desde hace ocho años por la liberación de sus esposos,
padres y hermanos, detenidos durante una feroz campaña represiva del gobierno
cubano contra la disidencia, que se recuerda como la “Primavera negra”. En
total, en marzo de 2003 fueron encarcelados 75 defensores de derechos humanos,
periodistas, profesores y líderes comunitarios. Entre ellos figuraba una mujer:
la activista social Martha Beatriz Roque. La mayoría ha recibido sentencias que
van desde los 13 años de cárcel hasta la pena de muerte por delitos como
atentar contra la integridad del Estado.
Dos semanas
después de los arrestos, las esposas, madres e hijas de los detenidos se
reunieron, vestidas de blanco, cargando una flor y pidiendo la amnistía de
todos los detenidos políticos. Desde entonces, todos los domingos se reúnen a
la salida de la Iglesia de Santa Rita, en La Habana, y marchan por las calles
de la capital cubana.
Los
detenidos son considerados como prisioneros de conciencia por las principales
organizaciones mundiales de defensa de los derechos humanos, que concluyeron
-tras examinar sus sentencias- que habían sido condenados por el ejercicio
pacífico de sus derechos fundamentales. El gobierno cubano nunca ha reconocido
que sean presos por motivos políticos.
La
suerte del “Grupo de los 75” ha sido variada. Algunos, como el prestigioso
periodista Raúl Rivero, recibieron “licencias extrapenales” por problemas de
salud y partieron al exilio. El albañil Orlando Zapata murió en la cárcel tras
una huelga de hambre de 85 días. Alrededor de 50 de ellos permanecen detenidos.
Durante
varios años las manifestaciones pacíficas de las Damas fueron una de las muy
pocas expresiones de disidencia que el gobierno de los Castro ha permitido.
Pero después de que Zapata murió y de que las mujeres marcharan siete días
consecutivos, apretaron la tuerca. Las agresiones contra ellas por partidarios
del régimen, que les gritan “gusanas” y “vendepatrias” han aumentado. Ahora
requieren un permiso para marchar.
Por su
parte, el régimen de los Castro las acusa de ser mercenarias al servicio de
Estados Unidos e insiste en que existe una campaña mediática para convertirlas
en héroes con el objetivo de desestabilizar el país.
domingo, 27 de enero de 2013
Leymah Gbowee y las mujeres que detuvieron una guerra
Hace una
década Liberia vivía un verdadero infierno. Tras una cruenta guerra civil de
ocho años que terminó con la elección de un jefe rebelde como presidente, el
país de 3 millones de habitantes rápidamente se vio inmerso en otro conflicto.
La violación como arma de guerra y los niños soldados se volvieron el pan de
cada día mientras caudillos militares, cada uno más sanguinario que el
anterior, pugnaban por hacerse con el control del país y sus recursos
minerales.
Pero las
mujeres liberianas estaban hartas. Hartas de ser violadas y abusadas, hartas de
ver a sus niños reclutados a la fuerza y entrenados para convertirse en
desalmadas máquinas asesinas, hartas de que los bandos se turnaran en cometer
los delitos más atroces, hartas de haber vivido todas sus vidas en medio de un
baño de sangre…
Lo que
empezó con un grupo de mujeres cantando y rezando en un mercado de pescado en
Monrovia, la capital, se fue convirtiendo en un movimiento no violento
compuesto íntegramente por mujeres que logró detener la guerra. Durante dos
años más de dos mil mujeres cristianas y musulmanas -actuando unidas por
primera vez y portando camisetas blancas- realizaron piquetes silenciosos en
calles, descampados y el aeropuerto, resueltas a impedir que la sangre
continuase.
“Hicimos
lo inimaginable”, dice Leymah Gbowee, la trabajadora social que lideró
la Acción Masiva de Paz de las Mujeres de Liberia. “Nadie pensó que
pudiésemos sostener una protesta durante dos años y medio”, contaba en el
documental “Reza al diablo de regreso al infierno” sobre el movimiento no
violento.
“Lugares
a donde nunca pensamos que iríamos, fuimos”, dice Leymah. Cuando un ministro
se negó a hacer públicos unos documentos estatales sobre transacciones de
arroz, se plantaron en su oficina hasta que accedió a hacerlo. Cuando grupos
armados se negaban a un cese al fuego, viajaron hasta la zona de la batalla,
desafiando los consejos de los cascos azules de la ONU. Cuanto más las
agredían, más mujeres se les unían.
Pero quizás el momento por el que serán recordadas más vivamente es por su papel en las negociaciones de paz que pusieron fin al conflicto y lograron la salida de Charles Taylor, hoy juzgado por crímenes de guerra y de lesa humanidad en el Tribunal Penal Internacional de La Haya.
Pero quizás el momento por el que serán recordadas más vivamente es por su papel en las negociaciones de paz que pusieron fin al conflicto y lograron la salida de Charles Taylor, hoy juzgado por crímenes de guerra y de lesa humanidad en el Tribunal Penal Internacional de La Haya.
Eventualmente
la presión sobre Taylor fue tan fuerte que debió aceptar entrar en
negociaciones para poner fin a la guerra, pero los diálogos llevaban siete
semanas y no daban ningún resultado. Así que Leymah Gbowee, Comfort Freeman y
las demás mujeres rodearon el edificio y les impidieron salir hasta que no
llegaron a un acuerdo definitivo.
Después de
años de guerra, cientos de miles de muertos, lisiados y exiliados, Liberia
avanza a tímidos pero firmes pasos hacia una laboriosa reconstrucción del país,
liderada por Ellen Johnson-Sirleaf, la primera presidenta africana. También
buscan impulsar una verdadera reconciliación, para evitar que la historia se
repita por tercera vez.
Y fueron las
mujeres liberianas las que lo lograron.
lunes, 21 de enero de 2013
Malos lugares para ser mujer
Son la ‘mitad del cielo’ pero, con frecuencia, viven en un infierno.
Tener sexo femenino determina en muchos lugares del mundo llevar una
vida peor e, incluso, no llegar siquiera a nacer. Los problemas se dan
también en bastantes países del privilegiado club de los más
desarrollados y emergentes, el G-20. Un estudio de expertos ha concluido
que, entre todos ellos, Canadá es el mejor sitio para ser mujer e
India, el peor.
Víctimas de abusos desde la cuna hasta la tumba
“Las mujeres somos abusadas desde la cuna hasta la
sepultura”, decía un cartel en las iracundas manifestaciones en Nueva Delhi por
la brutal violación en grupo y posterior muerte por las heridas de Amanat,
estudiante de 23 años. Un suceso que conmovió India, donde ayer se
conocía otro caso similar.
Aunque cada vez hay más mujeres en altos cargos en
India y la situación de ellas mejora, la discriminación en una sociedad
dominada por una mentalidad patriarcal sigue siendo rampante. Empieza desde
antes de que nazcan, desde los abortos selectivos, explican los expertos. En
India, por cada 1.000 varones de hasta seis años hay solo 914 niñas, según
revelaciones del último censo en 2011.
“La gente prefiere tener hijos a hijas: cree que ellos
son los que mantendrán a sus padres cuando crezcan y que ellos no pueden perder
el honor de la familia. Así que en muchos casos los fetos femeninos son
abortados”, afirma Rekha Bezboruah, directora de Ekrata, una ONG para la
igualdad de las mujeres.
Cuando una familia pobre no tuvo
dinero para hacer una ecografía en el embarazo que determine el sexo del bebé
(una práctica penada por la ley) y nace una niña, a veces se deshacen de ella
tirándola en la basura o enterrándola viva, dice Shemeer Padinzjharedil, editor
de la web maps4aid que mapea los casos de violencia en India. “Es muy común que
los recursos de la familia estén destinados a la crianza de los hijos varones:
reciben mejor educación, están mejor alimentados y en general se les cuida
más”, añade.
Criados como superiores, muchos niños desarrollan una
mentalidad machista, en donde caben los abusos ante sus inferiores, coinciden
los entrevistados. En su informe sobre adolescentes de 2012, Unicef encontró
que más de la mitad de los adolescentes (el 57% de ellos y el 53% de ellas)
encuentran justificable que un marido golpee a su esposa. “La discriminación
sigue a lo largo de toda la vida”, prosigue Padinzjharedil.
India es el peor país del G-20 para las mujeres, según
un estudio de la Fundación Thomson Reuters. “Las mujeres y las niñas siguen
siendo vendidas como objetos, casadas a los 10 años, quemadas vivas por peleas
sobre las dotes o explotadas como esclavas domésticas”, señaló en una
entrevista para ese trabajo Gulshun Rehman, asesora de Save the Children.
Las oportunidades de las mujeres también son truncadas
al ser casadas jóvenes. “Más del 40% de los matrimonios infantiles del mundo
son en India. En ocho Estados del país, más de la mitad de las mujeres son
casadas antes de los 18 años”, según un documento de la ONU presentado al
Gobierno en octubre pasado. El matrimonio les niega a las niñas su infancia,
las priva de su educación y las hace más vulnerables en salud, entre otros
riesgos, dice la ONU.
La dote que la familia de la novia debe regalar a la
del novio es un claro ejemplo de que las mujeres son vistas como una carga.
Aunque hay una ley que la prohíbe, sigue siendo común. “Si no se da o no se
considera suficiente, muchas mujeres sufren el acoso de sus familias
políticas”, explica Reni Jacob, exdirectora de la Comisión para la Mujer de
Nueva Delhi. En muchos casos los chantajes llevan a las mujeres al suicidio.
En India hay poco espacio para que las mujeres decidan
no casarse o no tener hijos, coinciden los expertos.
Al quedar viudas pierden su espacio en la sociedad. Se
cree que han dado mala suerte al marido. Por ello, deben de vivir en luto el
resto de sus vidas.
EL PAÍS. Ana Gabriela Rojas
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