Ángel Peralbo, psicólogo y autor de ‘De niñas a
malotas’, afirma que la solución pasa por valorar sus capacidades y
potenciar su felicidad y su valía como personas
Psicólogos, fiscales, educadores y, sobre todo, padres asisten en
los últimos años, entre horrorizados y atónitos, a una paradoja cuyas
protagonistas no son otras que las adolescentes españolas.
Por una parte, parecen haber emprendido una carrera frenética para
igualarse a los varones, pero no precisamente en los aspectos positivos
tradicionalmente asociados al sexo masculino.
Por otra, hacen gala de un machismo recalcitrante teóricamente
impropio de mujeres jóvenes que han crecido y han sido educadas en una sociedad
más progresista e igualitaria. Y todo ello a una edad cada vez más precoz, que
no va a acompañada de ninguna madurez emocional.
De esta manera, la incidencia de conductas agresivas ha aumentado en
más de un 30% en los últimos cinco años entre las chicas de 13 y 14 años y,
según avisan varios juzgados de menores, se trata de episodios cada vez más
graves y continuados.
Asimismo, también están
alcanzando, e incluso rebasando, a los chicos en lo referente al abuso de
sustancias como el tabaco y el alcohol.
Concretamente, ellas
ya fuman más que los varones y aunque éstos beben de forma más habitual, son
las menores las que se emborrachan con mayor frecuencia.
Emborracharse casi por sistema cada vez que salen de marcha suele llevar
aparejada una conducta sexual irreflexiva, promiscua y «objetal » término que
los especialistas emplean para denominar el sexo «de usar y tirar», relaciones
en las que no hay sentimientos no ya de amor, sino siquiera de un mínimo
aprecio.
El diálogo,
ridiculizado
«Se trata de ser la más dura, la más macarra, la más malhablada, la
que se enrolla con más tíos, la que impone sus gustos y normas por narices y la
que dirime las diferencias a base de fuerza bruta», resume Ana Isabel Gutiérrez
Salegui, psicóloga especialista en adolescentes.
«Las chicas que presentan un perfil más conciliador, dialogante y,
en definitiva, poco conflictivo, pasan a ser la ñoñas a las que se ridiculiza»,
prosigue la experta.
Otros profesionales del sector refrendan estas cifras. Carine
Sánchez, trabajadora social en Málaga, con una amplia experiencia en proyectos
con menores, confirma no solamente el incremento de la agresividad y de la violencia
femenina sino también el del machismo. «Trabajamos con chicas que no salen un fin de semana porque él ha
trazado planes con sus amigos y se enfada si ella hace lo propio;
que tienen que revisar su atuendo antes de salir de casa, que viven controladas
por llamadas constantes de sus parejas... y que tienen interiorizadas ideas
caducas como que son ellas las que han de asumir las tareas domésticas o que
los celos responden al amor verdadero », explica.
Por su parte, Ángel Peralbo, psicólogo en el gabinete Álava Reyes y
autor del libro ‘De niñas a malotas’, corrobora que «no avanzamos en una línea
y retrocedemos en la otra», lo que hace que a partir de los 13 años las chicas
sean mucho más proclives a sufrir trastornos psicológicos que los varones, según
cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que además dichos
problemas sean más severos e incapacitantes que los que afectan al género
masculino.
Más estados depresivos
«Hasta esa edad las cosas están bastante igualadas, pero a partir de
la preadolescencia las cosas se complican. Los problemas masculinos suelen
estar asociados al comportamiento; los de ellas eran fundamentalmente de tipo
anímico y relacionados con su sensibilidad, como la ansiedad o los estados
depresivos. Ahora lidiamos con una situación desconcertante por esa mezcla de chicas que tienen un
comportamiento malote combinado con una conducta de sometimiento, sumisión e
infravaloración de su papel dentro de la pareja», explica el
experto.
En cualquier caso, los especialistas consultados por
‘SaludRevista.es’ coinciden en que, afortunadamente, nunca es tarde para
enmendar la situación y que las terapias con adolescentes dan frutos, a veces
dulces.
¿Cuáles son las claves para que nuestras niñas transiten por el
difícil periodo de la adolescencia sin caer en esta paradoja? Peralbo lo tiene
claro, al menos en lo referente a dos áreas: la autoestima y la inteligencia
emocional.
«Tenemos que valorar sus capacidades y potenciar su felicidad y su
valía como personas, no sólo sus logros. Hemos descuidado la inteligencia emocional en favor de la
formación curricular y no hemos favorecido su responsabilidad, su
independencia, su juicio crítico o su tolerancia a la frustración.
Concedemos mucha importancia al resultado, pero no al método y los valores que
hay que cultivar para lograrlo ».
Si a esto le sumamos una comunicación más fluida y el refuerzo
positivo (no incidir constantemente en lo que hacen mal y dar relevancia a lo
que sí llevan a cabo bien) estaremos en el buen camino.
ALEJANDRA RODRÍGUEZ www.ideal.es