Durante los pasados meses he
realizado mi trabajo entre los niños y niñas, en la pediatría del Hospital y
del Centro de Salud de Ciudad Real. Allí he podido apreciar cómo las consignas
que se dan a los chicos y a las chicas son diferentes, cómo a la hora de
afrontar las dificultades o de alabar a unos y otros, se utilizan los tópicos,
y nos manejamos desde los prejuicios.
Y es que la realidad es que no hemos
avanzado tanto. A muchos niños se les dice: «no llores, los niños no lloran», o
«eres un machote, un valiente», mientras que a las niñas se les puede tachar de
histéricas, o alabar el lazo que llevan en el pelo o lo guapas que son.
¿Necesitamos aún hablar de género?
Lo primero, se trata de recordar
qué es el género. Parece que hay una enorme confusión en torno a un término que
está siendo «maltratado». Género no es «sexo», aunque se emplea errónea- mente
como sinónimo. Género no habla de biología, de elección de sexo, sino de
cultura, de condicionantes sociales y educativos. Se habla de género cuando se
hace referencia a los atributos, normas sociales y expectativas, traducidos en
comportamientos en relación al varón y a la mujer. Es decir, que esperamos y
exigimos «algo» distinto de varones y mujeres ante las mismas circunstancias.
Cuando se habla de «igualdad de género», se reivindica que mujeres y varones no
pueden tener diferencias de posibilidad y de poder, puesto que son iguales como
seres creados por el mismo Padre, puesto que son iguales en dignidad y
derechos. Con esto, no se niega la diferencia, que existe, entre varones y
mujeres. Más bien se afirma que la diferencia no es motivo de discriminación.
Igualdad de género, ¿cómo leemos
esta expresión?
Diferentes perspectivas en torno
al género dan lugar a diferentes teorías, y por lo tanto a diferentes caminos
para abordar los problemas que surgen por la discriminación. Hay quien dice que
las mujeres y los varones tienen diferentes preferencias «de modo natural» en
lo que se refiere al riesgo, a la ocupación, al desarrollo de las competencias,
y que esto hace que las diferencias reales en la sociedad no puedan atribuirse
a las diferentes oportunidades.
Por el contrario, hay quien afirma
que las diferencias en las preferencias están determinadas por la educación,
por el ambiente y la cultura, lo que lleva a varones y mujeres a interiorizar
normas y conductas sociales. El círculo vicioso de bajas aspiraciones y bajas
oportunidades puede perpetuarse así fácilmente.
Abrir los ojos, ser conscientes
La cuestión de género,
correctamente entendido, es esencial en lo que se refiere a un cambio de la
historia, hoy tan necesario. La situación de las mujeres y la pobreza están
relacionadas. Los propios Objetivos del Milenio son un recuerdo permanente de
la existencia de discriminación de las mujeres en todos los lugares del
planeta, pero especialmente en los de bajos ingresos económicos.
No podemos cerrar los ojos a la
realidad que clama respuestas. Quizá, para empezar esta nueva etapa, el
llamamiento para todos es el de desarrollar el sentido crítico, que comienza
por atrevernos a pensar. Leer, informarnos, comentar entre nosotras, animar al
debate, aprender a argumentar, estar abiertas a nuevas ideas, sin encerrarnos
en dogmatismos esclavizantes, vale para el género, y para todo lo demás.
Rosa María Belda Moreno Mujeres y Teología. Ciudad Real